Plásticos: azote de la humanidad y del planeta
Los humanos han sido y son productores de ‘basura’, algo que, citando al anestesista Dr. Ramón Palau, en los años 60 se consideraba «signo de civilización». La basura, según las épocas, tiene contenidos diversos, reflejando la actividad humana. Así, en la época romana la basura contenía residuos de metales como la plata y el cobre, provenientes de la actividad minera y de su manipulación. Investigaciones llevadas a cabo en Groenlandia han demostrado la presencia de metales procedentes de aquellas épocas, prueba de que mares y atmósfera diseminan los deshechos por todos los rincones del planeta.
A mediados del siglo XIX surgió un nuevo material: el plástico. La parkesina, precursora del celuloide, fue el primer plástico inventado en 1856 por el inglés Alexander Parkes. A este plástico siguieron muchos más, sobre todo en la primera mitad del siglo XX. Por aquel entonces, los plásticos fueron muy bien recibidos, sin que nadie sospechase que pudieran llegar a convertirse en un peligro planetario y causar una debacle ecológica como la actual. El problema ha surgido de una parte por su invención, pero sobre todo se debe a su manejo, cuando, inservibles, los plásticos se convierten en basura. Los residuos plásticos, a través de aguas residuales, llegan a ríos, etc. y finalmente al mar, causando al degradarse graves daños en la biosfera de la que los humanos también formamos parte.
La cantidad exacta de plástico que se encuentra en los mares se estima actualmente en unos 50 billones de fragmentos, de los que el 70% van al fondo marino, un 15% queda en la superficie y otro 15% resta en la capa intermedia. Aunque el 15% del plástico que vaga por la superficie parezca poco, las corrientes marinas lo acumulan formando auténticas islas de dimensiones gigantescas, conociéndose desde 2010 varias de ellas, como la Great Pacific Garbage Patch (Gran Parche de Basura del Pacífico), entre Hawái y California. Aún se desconocen métodos eficaces para eliminar estas islas de plástico.
Desde 1950 hasta la actualidad se han fabricado en el mundo del orden de 8,3 mil millones de toneladas de plástico, de las que gran parte ya arribaron, como basura y desechos, a mares y océanos. Según datos de las Naciones Unidas, se producen en el mundo unos 400 millones de toneladas de plástico al año (85% de los residuos totales que llegan al mar) y se estima que la cifra se duplicará en el año 2040.
Se sabe que existen miles de variedades de compuestos plásticos (resinas) con una resistencia a la degradación propia de cada uno. Por desgaste y descomposición, los objetos plásticos (neumáticos, ropa, revestimientos de pintura, pellets y polvos que se añaden a productos de la vida cotidiana como cosméticos y limpiadores abrasivos) dan lugar a fragmentos y partículas de diversos tamaños: macro-plásticos o fragmentos visibles a simple vista, micro-plásticos (mayores a una milésima de milímetro= micra) y nano-plásticos (menores a una micra).
Los macro-plásticos flotan en la superficie y se depositan en el fondo marino, causando graves daños a los seres vivos y arruinando, biológicamente hablando, los fondos marinos. Los micro-plásticos surgen de la degradación de los primeros y acaban por ingresar en la cadena alimentaria de animales y humanos, pero también accediendo por inhalación a nuestros pulmones. Los nano-plásticos pueden ser todavía más agresivos, pues por su tamaño fácilmente atraviesan los filtros de las plantas depuradoras y también las barreras protectoras de nuestro cuerpo (filtro pulmonar, barrera intestinal, barrera de la piel).
Desde un punto de vista médico destacan dos propiedades de las partículas de plástico: 1) aglutinar en su superficie moléculas v. gr. proteínas y otras (bio-corona), que pueden modificar considerablemente su capacidad tóxica, y 2) cruzar las barreras biológicas del cuerpo. Las partículas ingresan en el organismo, pudiendo alterar sistemas de regulación, como el endocrino y el inmunitario. Además, han sido detectadas partículas en cerebro y recientemente en sangre. Los conocimientos disponibles provienen en buena parte de la medicina veterinaria, donde el interés científico y el económico se dan la mano (cría de ganado, etc.). En relación a los humanos, esta información es valiosa al ser muchos de esos datos extrapolables.
Nano-plásticos, por su influencia sobre el sistema endocrino, son conocidos como ‘disruptores endocrinos’. Los ftalatos, el bisfenol A y los parabenos son ejemplos de ellos y pueden interferir en nuestro sistema hormonal alterando procesos como el metabolismo, el crecimiento somático e incluso en el desarrollo embrionario. Los ‘disruptores endocrinos’ se liberan fácilmente al medioambiente, contaminando suelo y aguas, irrumpiendo en la cadena alimentaria. El profesor Dick Vethaak (Países Bajos) ha publicado en la revista Science (2021) una excelente revisión del tema «micropartículas plásticas en humanos». Más recientemente, The Guardian en su edición del 24/3/2022, publicaba que por primera vez se habían detectado partículas de plástico en sangre en más del 80 por ciento de las persones investigadas. Con anterioridad ya se habían detectado partículas de plástico en heces de humanos adultos e incluso de niños lactantes. Noticias realmente alarmantes.
En otro orden de cosas, científicos de la URV y de la Universidad del Saarland (Alemania) han descubierto que las micropartículas se adhieren a la superficie de membranas celulares artificiales, una circunstancia que altera gravemente su estabilidad. Estos estudios son de sumo interés al ofrecer por primera vez una explicación científica de cómo podrían las micropartículas afectar gravemente al metabolismo celular e incluso a la viabilidad de células. Siguiendo esta línea de pensamiento, las micropartículas en mares y océanos podrían afectar a las algas marinas, entre otras las que realizan la fotosíntesis, lo que a su vez afectaría gravemente la producción de oxígeno (el mar y los océanos producen entre el 50 y el 80% del oxígeno atmosférico), sin duda, un panorama preocupante, ya que no solo se trata de la producción de oxígeno, sino también de la fijación de CO2, función que las algas realizan con enorme eficacia.
El plástico se ha convertido en uno de los materiales más importantes del siglo XXI y debido a su creciente producción mundial, la cantidad de residuos crece constantemente. De un tiempo a esta parte se ha propagado con insistencia la idea de que ‘reciclando’ se puede resolver el problema. Reciclar significa crear una economía circular, es decir, que tanto se produce por un lado como se reutiliza por el otro, lo que significaría ‘cero residuos’, algo que dista mucho de la realidad. El problema está en que los residuos de plástico sólo se reciclan en parte, debido a que en ellos intervienen miles de resinas distintas (¡más de 80.000!) no todas reciclables y las que lo son requieren procesos de reciclaje particulares. Plásticos como los que encontramos en las bolsas, film de cocina, bandejitas alimentarias (Porexpán), etc., son extremadamente difíciles de reciclar. Otros como el nylon y el polyester no son reciclables. Por otro lado, según la Comisión Europea, solamente se recoge un 30% del plástico para ser reciclado (contenedor amarillo), lo que significa que un 70% acaba inevitablemente en el medioambiente.
¿Qué sucede con esa elevada cantidad de plástico residual? Pues que por dinero países de África y Asia aceptan esos residuos y los acumulan en sus vertederos, lo que obviamente no es solución aceptable, ya que con esa medida el planeta se contamina igualmente. Una conducta que como mínimo es deleznable. Esta vía, sin embargo, parece estar cerrándose, pues esos países están reaccionando y se niegan a aceptar, ni por dinero, los residuos de otros, y prefieren atender a los suyos propios.
Por supuesto que es importante concienciar a los ciudadanos de que no usen arbitrariamente y sin pensar el plástico, pero muchos siguen sin percatarse de la magnitud del problema y de la importancia de esa medida: reciclar y mejor aún evitar su uso impidiendo así la contaminación del medioambiente. Séanos permitida la pregunta acerca de cuándo gobiernos, industria, comercio, etc. tomarán una decisión para reducir, tanto en cantidad como en variedad, la producción de plásticos y adoptar medidas eficaces para poner fin a su eliminación irresponsable.
Así las cosas, los artículos publicados en los medios de dentro y fuera de nuestro país, que hablan de la «mentira del reciclaje», han puesto el dedo en llaga. La contaminación por plásticos, desgraciadamente, no es la única causada por los humanos [detergentes, drogas, medicamentos, fertilizantes, gases y humos (Diésel) y polvo que polucionan la atmósfera, etc.], pero sin duda es una de las más acuciantes y exige de todos nosotros una acción inmediata. Acaba de tener lugar la primera feria internacional sobre plásticos y cauchos (The Wold’s No. 1 Trade Fair for Plastics and Rubber, 19-26 october, Düsseldorf, Alemania) y lógicamente ciframos muchas esperanzas en lo debatido en la misma.
Pedro Mestres es Presidente de la Academia de Ciencias Médicas de Tarragona