Náufragos
La realidad discurre en dos planos distintos. Uno, el que nos impacta y angustia. El otro, el de las decisiones políticas que transcurren en un ambiente frío, ajeno acaso. Sobrecogen las imágenes del terrible naufragio en las aguas del sur de Grecia que ha causado decenas de muertos localizados, un centenar de supervivientes y varios cientos de personas en paradero desconocido, en su mayoría, mujeres y niños. Procedían de Pakistán, Siria, Egipto y Sudán.
La tragedia se desarrolló en el mar Jónico, apenas una semana después de que los ministros de Interior de la UE acordaran endurecer la acogida de los demandantes de asilo, pero también obligar a que los que pidan protección en los países comunitarios sean asumidos en parte por todos.
Es decir, se trata de repartir 30.000 solicitudes de asilo y reubicarlas en función de criterios de población y PIB por cada miembro de la UE. Aquellos que rechacen abrir sus puertas deberán contribuir con 20.000 euros por persona no admitida. Los países regidos por la ultraderecha, como Hungría y Polonia, votaron en contra, como era de esperar.
La idea es separar a migrantes económicos de refugiados, de manera que se expulse a quienes no tengan derecho al asilo. Todo ello con observancia especial a los intereses de algunos países, como Túnez, al que Europa ha ofrecido más de mil millones de euros en ayuda a cambio de que controle la avalancha de pateras desde su territorio con destino a Italia. También se pretenden reforzar los acuerdos con Marruecos para que continúe como muro de contención.
En esta situación, es Italia, con una gran afluencia de irregulares, quien vendrá a ser el árbitro de lo que hay que hacer. La ultraderecha tiene por tanto la clave. Es una realidad que nos lleva a reflexionar lo que puede pasar en España si Vox continúa avanzando y llega al Gobierno como socio del PP.
¿Qué será de los migrantes? ¿Y qué será de los menores no acompañados, a los que el partido de Abascal no considera como niños en situación vulnerable, sino casi como delincuentes? Las normas pretenden resolver los problemas burocráticos y de asunción de la parte correspondiente del conflicto, pero no reflejan la enormidad de lo que ocurre: millares de personas huyendo de guerras, situaciones de discriminación y odio, hambre, persecución o buscando una manera de mantener a sus familias.
Hasta el punto de arriesgarse a perder la vida en alta mar, en un barco sobrecargado o en un navío de juguete. A fin y al cabo, en la vida todos somos náufragos.
Ellos por necesidad. Nosotros, por nuestra indiferencia.