La coalición y la colisión
El primer Gobierno de coalición en España desde la Segunda República, una insólita alianza de centroizquierda entre una formación socialdemócrata clásica mayoritaria y un partido de nuevo cuño gestado en los movimientos sociales tras la última crisis financiera, ha presentado sus terceros Presupuestos Generales del Estado. Contra viento y marea, la presentación era todo un gesto. Horas antes, la vicepresidenta primera de Asuntos Económicos, Nadia Caviño –la voz de la ortodoxia de Bruselas en el Ejecutivo– era aplaudida por primera vez por toda la bancada de la izquierda, incluidos los ministros y ministras podemitas, en el hemiciclo del Congreso. El ‘Frankestein’ que no iba a durar dos telediarios, el gabinete antinatura que alarmaba a los poderes económicos y que sacaba de quicio a Felipe González y a la ‘vieja guardia’, el mismo que quitaba el sueño a Pedro Sánchez, está a punto de afrontar la recta final de la legislatura y ha lanzado un premeditado mensaje de estabilidad, bien necesario frente al exceso de ruido proyectado en los últimos tiempos desde la propia coalición que ha perdido demasiada energía en sus desavenencias internas.
Lamentablemente el debate que viene no estará centrado en las cifras sino en la guerra de relatos ideológicos. La ministra de Hacienda ha señalado que es un proyecto con un gasto social sin precedentes en la historia, que, a la vez, ha sido prudente a la hora de amortizar deuda pública. El Gobierno dispone ya de un campo de juego de gasto público en un endiablado contexto internacional. No debe obviar que es un ejecutivo en minoría, que debe negociar con sus aliados de investidura; a todo el mundo le interesa terminar bien la aventura porque, en buena medida, lo que se pone en juego es si se reeditan las alianzas en la próxima legislatura. Si el PP no obtiene una mayoría suficiente ni siquiera con el concurso de Vox, Sánchez se verá de nuevo obligado a negociar con todos los socios parlamentarios de la periferia. ERC, el PNV y EH Bildu adquirirán un protagonismo especial en este escenario.
Por eso, aunque la negociación tense la cuerda, a veces al extremo, esta no terminará rompiéndose. A nadie le interesa. Desde luego, no a Unidas Podemos, que se pone de perfil en relación al aumento previsto en gastos de Defensa, que irá mediante un aumento de créditos extraordinarios, y no vía ordinaria de Presupuestos. La sangre no llegará al río.
Pero el escenario político que se avecina enrarecerá el ambiente. Tras la ruptura de la coalición ERC-Junts en Cataluña, el president Pere Aragonès se quedará en minoría parlamentaria y negociará con otros grupos como los Comunes y el PSC, sobre todo a medio plazo, para conseguir al menos un mínimo suelo de estabilidad.
En este marco, la ruptura del Govern ERC-Junts se confirma como un punto de inflexión en Cataluña que ratifica el desfondamiento del ‘procés’ y puede ser el anticipo de un posible cambio de agujas en la política catalana hacia la reconstrucción de puentes entre sectores diferentes de la izquierda, que habían sido dinamitados por la estrategia soberanista y sus derivadas frentistas. Los ‘indepes’ puros más radicales pierden margen de maniobra en Cataluña y los próximos movimientos van a ser, sin duda, la antesala de lo que puede venir en la siguiente legislatura si el PP de Feijóo y Vox no alcanzan la mayoría absoluta en el Congreso. No gana el independentismo unilateral pero tampoco el inmovilismo del estatu quo.
En todo caso, la presión que pueden sufrir los republicanos desde el sector más radical del secesionismo, con la ANC en plena sala de máquinas, es una variable a tener en cuenta que quizá explique un adelanto electoral.
En este cuadro de situación, la experiencia de coalición permite reflexionar sobre el grado de solidez que tienen determinadas apuestas políticas que parecen arraigadas y que quizá no lo estén tanto. Una de las batallas de valores de los últimos años es la de la igualdad entre hombres y mujeres. Que un grupo de jóvenes universitarios de un colegio mayor de Madrid haya exhibido su actitud machista con sus vecinas debe preocupar porque es un inquietante y repulsivo signo de retroceso. No debe banalizarse el hecho como una cutre tradición. Que veamos asombrados en la España democrática algo tan cavernícola revela que algo se está haciendo mal, muy mal, en el campo de la educación en libertad y que en algo profundo estamos fallando, en la transmisión de valores a las nuevas generaciones.