Ibáñez

De las cuestiones importantes de estos días, ¡qué difícil es sustraerse de comentar la muerte del dibujante de cómics Francisco Ibáñez! También lo es aportar algo novedoso a lo ya dicho, pero, con todo, el responsable de que la lectura llegase a tantos hogares merece las repeticiones.

Es complicado imaginar lo que debe suponer ser el creador de Mortadelo y Filemón, por citar a los protagonistas de su serie más famosa. Nacer con el ingenio y desarrollarlo.

Ser capaz de plasmarlo, con solo 22 años de edad, en una creación que aguante otros sesenta y cinco sin apenas cambios relevantes. Esquivar los embates de la política, más o menos autoritaria, que siempre censura, o lo intenta. Dar a luz chistes y personajes que no cansan aunque se repitan hasta el infinito, con distintas formulaciones. Llegar a la generación que te ve surgir y resistir para alcanzar al público de las siguientes.

Hoy los cómics ya vienen de todas partes del mundo. Algunas mueven públicos globales en un mestizaje cultural que revela nuestra condición de ciudadanos del mundo.

La sencillez de un mensaje contenido en un bocadillo de viñeta supera fronteras, prejuicios y parrafadas y análisis de las obras más sesudas. La navaja de Ockham convertida en machete por la selva de la literatura y que viene de otro tiempo. Tintín removió las inquietudes de muchos futuros periodistas y las buenas artes de Astérix y Obélix valieron un reconocimiento del latín que no es fácil de conseguir desde el estrado de un aula.

No creo que Mortadelo y Filemón generaran muchas vocaciones de detectives privados, pero estoy seguro de que sirvieron como cristal para mirar la sociedad con humor. Más de lo que aporta el hecho de verla con la óptica del rencor o, sencillamente, con resignación.

No sé si la condición crítica de las historietas de Ibáñez ha estado muy presente en sus esquelas. Su subversión estaba clara y no solo en las aventuras de Mortadelo y Filemón, sino en tantas otras invenciones: Rompetechos, el botones Sacarino, Pepe Gotera y Otilio.

Mención aparte merecería 13 Rúe del Percebe. Esta debe ser una de las creaciones mayores del absurdo local. Leerlo sigue teniendo sentido y, por supuesto, provocando carcajadas y sorpresas. El sello habitual de Ibáñez reeditó las tiras completas de 13 Rúe del Percebe en el número 35 de la colección Súper Humor, y más recientemente en un nuevo tomo integral.

En un momento de su trayectoria, Ibáñez tuvo conflictos con Bruguera, la editorial que había publicado su obra desde sus comienzos. Entonces tuvo que cambiar de casa. Mientras se resolvían los litigios de derechos de autor, se sacó de la manga una invención que consistía en un bloque de viviendas el doble de grande que 13 Rúe del Percebe. La llamó 7 Rebolling Street y se publicó entre los años 1986 y 1990. Igual que se hizo con su antecesora, toda la producción de esta serie se reunió en el volumen número 48 de la colección Súper Humor.

Aún hay historietas pendientes por publicar de este trabajador nato, que no tardaremos en leer. ¿Qué nobleza mayor que la de alguien que en su muerte deja la risa como legado?