de democracia

Este domingo, 8 de octubre, Sociedad Civil Catalana ha convocado una manifestación unitaria en Barcelona bajo el lema ‘No en mi nombre; ni amnistía, ni autodeterminación’. Tras las últimas elecciones generales el partido que ganó, el PP, no ha podido recabar los apoyos necesarios para ser investido y el partido que quedó en segundo lugar, el PSOE, asegura que puede obtener esos apoyos. De todos ellos, por contraste con la anterior legislatura, destaca Junts per Catalunya. O sea, la investidura del Gobierno de España está en manos de 7 diputados que representan a un fugado de la justicia y no a los españoles, y cuentan con un mísero 1,60% de los votos de esas elecciones. Desde el 23 de julio, sobre todo el representado fugado a Bruselas, se han encargado de explicar lo que puede costarnos a los españoles ese pacto de investidura (que ahora Sánchez insiste en que es un pacto de legislatura, no de investidura, como si eso no preocupara aún más. Susto o muerte). Tener Gobierno de España, autoproclamado progresista (PSOE más Sumar), sustentado por lo más reaccionario que hay en el espectro político mundial: los nacionalistas, supone conceder una amnistía a todos los políticos que delinquieron en 2017, poniéndole el nombre que se quiera, y reconocer el derecho de autodeterminación, o sea, un referéndum para la independencia.

En estos dos meses largos hemos tenido numerosos análisis sobre las consecuencias de ceder a las exigencias del partido del fugado a Bruselas, a las que se han sumado, a bodas les convidas, todos los demás partidos minoritarios que ya venían apoyando al PSOE en la anterior legislatura (PNV, ERC, Bildu...) y que representan el Gobierno de progreso, in name only. Estas consecuencias, quiebra de la igualdad de los españoles, fractura del Estado de derecho, ataque a nuestras libertades democráticas, a la unidad territorial... pueden sintetizarse en una: el final de la democracia en España.

Esto sí que va de democracia. No va de democracia, como nos taladran los separatistas, el hecho de votar. Es previo a poder votar, es la definición de la condición de ciudadano y de igualdad. No va siquiera de poder conseguir una mayoría, que no tienen, y que, aunque la tuvieran, «la historia reciente de Europa nos ha enseñado a sangre y fuego cómo decisiones impecablemente democráticas abrieron las puertas a la negación misma de la democracia y al más oscuro totalitarismo» (José Luis Blanco, ‘Nostalgia de Tocqueville’, tercera de ABC, el pasado 19 de septiembre).

No hemos llegado a este «principio del fin de nuestra democracia» (Juan Luis Cebrián. ‘Felonías políticas’, El País, el pasado 11 de septiembre) de repente, sin avisos previos desde la izquierda y la derecha.

Alfonso Guerra advertía del procedimiento de Sánchez para «demoler» la Transición (la democracia) explicándonos su ‘técnica del salchichón’: «Una rodajita, los indultos; otra, la sedición; después, la rebaja de la malversación; ahora, la amnistía, seguida de la rodajita de la autodeterminación y su referéndum y así hasta que se lo hayan zampado entero». Es descorazonador cómo los autoproclamados progresistas se empeñan en deslegitimar nuestra democracia descalificando la Transición y a sus protagonistas (en Ferraz llaman la revuelta de los ‘abueletes’ a los últimos pronunciamientos de sus propios líderes históricos).

Alejandro Fernández, presidente del PP catalán, que se ha convertido en el único líder político constitucionalista que queda en Cataluña, aprecio personal aparte, por lo que no le queda más remedio a Génova que envainarse piques y rencillas personales y escuchar a Alejandro para evitar, como hasta ahora, verse desbordados e ir superando los tropiezos precipitada e improvisadamente.

No podemos cruzarnos de brazos pensando que vamos a poder seguir disfrutando de la democracia que nos legaron nuestros padres y con mucho menos esfuerzo y sacrificio que ellos tenemos que salir a la calle, el próximo domingo, a expresar nuestra firme determinación para defender el régimen que queremos seguir disfrutando y que es nuestro, de todos los españoles, y el motivo por el que somos ciudadanos libres e iguales.

Temas: