El impulso ibérico de Europa

En estos tiempos complejos en los que estamos haciendo frente a las consecuencias derivadas de la guerra en Ucrania, los países que conformamos la Unión compartimos la convicción de que hoy Europa es más necesaria que nunca. España y Portugal han sido protagonistas en llevar esa convicción a la práctica, defendiendo una mayor integración de intereses y posiciones en beneficio de todos; y en esa dirección vienen cooperando sus parlamentos.

Podemos decir que, en estos últimos años marcados por la excepcionalidad de los acontecimientos, con la pandemia de la Covid-19 y la guerra en Europa, ha habido un auténtico impulso ibérico del proceso de integración europea.

Nuestros países lideraron las negociaciones que fructificaron en el acuerdo trascendental de mutualizar la deuda para crear los Fondos Europeos de Recuperación. También, la colegiación de esfuerzos de nuestros dos países ha permitido poner en marcha el mecanismo de la excepción ibérica destinado a rebajar el precio del mercado mayorista de electricidad y así abaratar la factura de la luz de hogares y empresas.

Cuando al historiador Jonathan Riley-Smith se le preguntaba «¿Para qué sirve conocer la historia?», su respuesta era: «¡Para hacernos valientes!». Se trata de una afirmación que reivindica la historia como forma de resistencia al olvido, como propiciadora de un espíritu de acción audaz, como lugar desde el que construir algo mejor.

Nadie como los europeos sabemos de ese poder de la historia para movilizar el optimismo de la voluntad. Hemos sabido transformar una historia de guerras entre europeos en una fuerza a favor de la unión de Estados y pueblos.

Las generaciones de los padres fundadores del proyecto europeo tuvieron la valentía de apostar por la paz estable en Europa, por estrechar los lazos y las interdependencias, por crear las bases para proteger y fortalecer la democracia y la libertad.

Hoy la historia vuelve a mostrar su rostro más devastador y cruel: la guerra de agresión a Ucrania provocada por Rusia. Pero también nos ha situado ante un auténtico cambio de época: Europa debe saber ocupar el lugar que quiere en un mundo que, desde el punto de vista geoestratégico, está desplazando su eje hacia el Pacífico y que se encuentra bajo la amenaza existencial del cambio climático.

La conciencia histórica de los europeos, de quienes somos y qué futuro queremos, nos exige de nuevo ser valientes. Ser valientes para defender nuestros valores de libertad, igualdad, paz, democracia, protección de los derechos humanos. Valientes para afrontar los esfuerzos que exige apoyar con toda la determinación a Ucrania. Valientes para defender el Estado social, para proteger nuestro modelo de vida y para reivindicarlo en un contexto geopolítico en transformación. Valientes, en definitiva, para adoptar y aplicar todas las medidas necesarias para transformar nuestra economía y hacerla climáticamente neutra.

Podemos decir que ante las crisis que hemos enfrentado en estos últimos años Europa ha estado a la altura, hemos sabido estar a la altura. Decía Jean Monet en sus memorias que Europa se forjaría en las crisis. Y así se ha demostrado una vez más. La respuesta europea frente a la pandemia de la covid-19 y ahora frente a las consecuencias de la guerra de Ucrania ha sido una respuesta de unidad y de eficacia.

Los ciudadanos europeos han podido comprobar que la Unión no es un ente burocrático y lejano a sus necesidades, sino que han visto que la Unión es un lugar que protege frente a las amenazas y que garantiza nuestro modo de vida.

Esa conciencia de la necesidad insoslayable de nuestra Unión y la comprobación de su eficacia cuando todos remamos en la misma dirección ha hecho que estemos viviendo un auténtico ‘momentum’ europeo. Frente a los euroescépticos, frente a aquellos interesados en una Europa débil y desunida, se ha demostrado que cada vez que actuamos juntos nunca nos hemos arrepentido.

Hay que reivindicar la idea de que Europa es el único espacio político en el que podemos tomar las decisiones que van a conformar nuestro futuro. Frente a la magnitud de los retos que enfrentamos la escala de las políticas debe ser necesariamente europea, si queremos ser eficaces y útiles a los ciudadanos.

Ante las incertidumbres que genera la inteligencia artificial y los riesgos para nuestros derechos, sabemos que solo desde Europa podremos establecer un marco regulatorio que proteja a los ciudadanos.

Debemos avanzar en nuestra autonomía estratégica como europeos y superar las vulnerabilidades que supone depender de otros países no democráticos en bienes críticos como material sanitario, semiconductores, energía o alimentos.

La gran frontera de la integración europea en las próximas décadas va a ser la transformación de nuestras estructuras económicas con el fin de reducir drásticamente las emisiones y contribuir a frenar el cambio climático.

El Pacto Verde europeo es una gran oportunidad de liderazgo mundial para Europa y España y Portugal están en una posición inmejorable para situarse al frente de las políticas verdes y de transición energética.

La próxima presidencia española del Consejo Europeo tendrá como uno de sus ejes principales esta apuesta por la Agenda Verde. Los países ibéricos no solo compartimos nuestra peninsularidad, sino que ese hecho geográfico está cargado de una visión común de nuestra pertenencia a Europa: aunque estamos en una de sus esquinas, la voluntad absolutamente mayoritaria de nuestros ciudadanos y parlamentarios nos ha situado desde el primer momento en el corazón del proyecto europeo.

Somos profundamente europeístas. En estos tiempos de cambio, nuestra defensa de los valores europeos es la mejor garantía de la esperanza.

Temas: