Dinero

Todos mienten porque todo es dinero. Ayuso quiere vivir en un buen piso y la mujer de Sánchez vuela a África en ‘business’ y que lo pague todo su p.m. Catorce ministros no saben lo que es un recibo de luz ni de gas ni de gastos de comunidad. No pasa nada, es la civilización que hemos montado.

No pasa nada en ningún sitio del mundo civilizado menos en España, que nos ha dado por criminalizar el dinero en la tele y en público, para adorarlo en privado, cuando nadie nos ve.

Todo el mundo quiere un Mercedes. El problema es cómo decidimos quién se puede comprar un Mercedes y quién no, quién viaja en ‘business’ y quién se queda en su piso de 50 metros de barriada.

En público todos hacemos votos de pobreza, porque aún somos un país judeocristiano. Somos religiosos. En España la izquierda es misionera y la derecha es clerical. Entre misioneros y clericales andamos. Todo por culpa de no saber decir en público: me gustaría ganar más dinero. A mí esto me parece cómico y un poco tierno también.

En España la política practica un capitalismo caritativo. Y el problema del capitalismo es que resulta ser más caritativo cuanto menos lo es desde el poder político. Por eso la derecha sigue ganando las elecciones en muchas democracias.

El país donde el dinero corre por las calles es Estados Unidos, y allí nadie se avergüenza de hablar de dinero. A nosotros nos parece indigno, sectario, retrógrado, antidemocrático, incluso racista. Eso en la conversación social, claro.

Pero mira que somos hipócritas. Porque luego queremos un buen piso en Madrid, Barcelona, Valencia, o Bilbao y una casita en la sierra o en la playa.

Pero decidlo, coño, no lo escondáis como si fuese una vergüenza. Si somos capaces de decirlo en público, al menos no seremos una panda de hipócritas.

Aquí muchos políticos y muchos personajes públicos, famosos y famosas, te dicen que hay cosas más importantes que el dinero, pero luego esos mismos que te dicen eso se montan unos chanchullos verbeneros para sacar petróleo de las piedras.

Y como no nos gusta hablar de dinero por un problema de hipocresía religiosa, la gente lo acaba robando, eso sí, de manera muy sofisticada. Y acabamos teniendo una economía mediocre, una renta per cápita de lo más discreta de entre las europeas, y un PIB, pues lo mismo, discretísimo.

Porque los principales perjudicados de que no se verbalice el dinero en la conversación pública y política no son los que lo tienen, sino los que no lo tienen, es decir, la desgraciada clase media española de toda la vida. Somos comunistas de sacristía.

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