Paradojas migratorias

Ver el mundo con perspectiva, contexto y sensibilidad para detectar las paradojas resulta muy útil. Y es especialmente necesario en el debate migratorio. Sólo así es posible entender que todos estamos de paso, que no hay pueblo que no haya emigrado, que no hay nadie que posea realmente la tierra, que los que hoy acogen o expulsan, ayer eran acogidos o expulsados. Piensen, si no, en la reciente polémica por la gestión migratoria de Italia. La semana pasada, un revés judicial obligó a la premier Giorgia Meloni a trasladar a la península itàlica a 12 migrantes que había deportado a Albania, tras llegar a un acuerdo con este país para retemer ahí a migrantes llegados su territorio. Resulta curioso que el país escogido para deportarlos fuera Albania, un territorio que fue colonia italiana y cuyos habitantes no fueron siempre bien recibidos en Italia... Y también es paradójica la aversión italiana a los migrantes, cuando Italia es un país de emigrantes natos: miren Argentina o Estados Unidos. Este lunes, de hecho, se cumplen 138 años de la inauguración de la Estatua de la Libertad de Nueva York, que sin duda vio llegar a muchos migrantes italianos al Nuevo Mundo. Con todo esto no quiero decir que no haya que gestionar los flujos migratorios con sentido común, y que no haya que controlar sensatamente las fronteras; pero es importante no perder nunca de vista que migrante y autóctonos no son tan diferentes, que todos somos seres humanos, y que todos podríamos ser el otro.

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