Los ultras del Nàstic también son culpables

El injusto ‘no ascenso’ del Nàstic parte el alma. Era acongojante ver las tristísimas caras de los aficionados tras el empate con el Málaga o ver llorar desesperado a un compañero del ‘Diari’ o ver como Pablo Fernández andaba sin rumbo anegado en lágrimas mientras algunos niños y niñas trataban de animarle acariciándole el brazo.

A la tristeza se añadía la indignación, por ser suaves, con un arbitraje tan penoso que la Federación debería impedir que Mallo volviese a pisar un campo de fútbol, pero le han premiado con el ascenso. Él sí que sube.

La indignación era también, y quizá sobre todo, con los aficionados ultras del Nàstic, los que ocupan parte de la grada del gol de montaña. Para el resto del campo, mi absoluta admiración.

No tiene justificación alguna lanzar una moneda al portero rival, por mucho que se entretenga al sacar. Ni arrojar al césped las cartulinas con las que la afición había formado un emocionante mosaico.

Ni lanzar balones al campo cuando había otro en juego. Posiblemente Mallo exageró al parar el partido, pero los ultras del Nàstic se lo pusieron en bandeja. También son culpables del desastre. No olvidemos sus antecedentes violentos en otros partidos, como el del Ceuta. Hay que decirlo por mal que pese. La autocrítica es imprescindible. El Nàstic debería tomar medidas contra ellos porque tiene el enemigo, el peor, en casa.

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