La inquebrantable adhesión al líder

¿Qué tienen en común Carles Puigdemont, Donald Trump, Nicolás Maduro, Benjamin Netanyahu y Javier Milei? Aparte, claro, de que son dirigentes políticos. Pues que requieren de sus fieles una inquebrantable adhesión. Les exigen que les sigan, sin plantearse ni el más pequeño pero. Deben tragar con que el expresidente de EEUU destile racismo y mienta más que habla, con que el dirigente venezolano se haya marcado un pucherazo y encima reprima a la oposición, con que el premier israelí esté masacrando a los palestinos o con que el mandatario argentino se cargue el Estado del Bienestar en su país.

Que quede claro que en absoluto pretendo comparar a Puigdemont con un líder que incitó un golpe de Estado (Trump), con dos dirigentes latinoamericanos que de demócratas tienen muy poco o con otro que tiene las manos manchadas de sangre (Netanyahu). Puigdemont puede caer bien o mal, pero es un demócrata.

Eso sí, Puigdemont exige, como los líderes mencionados, obediencia ciega. Si no, no se entiende que sus partidarios pongan en cuestión a la policía catalana y distingan entre «mosso patriota» (el que ayuda a escapar al expresident) y «mosso traidor» (el que cumple la ley).

Es comprensible que Puigdemont no quiera ser encarcelado y más cuando algunos jueces quiebran la separación de poderes, se instalan de modo subrepticio en el Congreso de los Diputados y se cargan las leyes que no les gustan.

Es quizá también comprensible que Puigdemont lleve en su ADN el show y no pueda evitar convertirse en protagonista.

Pero lo que no es comprensible ni admisible es generar más división y que tus actos y palabras socaven la confianza en los Mossos d’Esquadra.

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