Infanta por sorpresa
Nunca digas de esta agua no beberé, ni este cura no es mi padre. O este rey. Que vaya trago. Que vaya lío. Que no me imagino el choque emocional que se debe sufrir al enterarte de que tu padre no es tu padre. Que, encima, súmale que el interfecto en cuestión era el soberano de tu país. Como para no levantar cabeza. O testa.
Sin coronar, de momento. No es la primera vez que alguien ignora que lleva sangre azul. Ya le pasó a Mia Thermopolis, una muchacha de San Francisco que descubre que es heredera al trono del diminuto reino de Genovia. Y allá que se va, dispuesta a que su abuela, la reina Clarisse Renaldi, la instruya en las cosas de palacio, que no van precisamente despacio.
Eso ocurre en la deliciosa Princesa por sorpresa. Aquí podemos rodar Infanta por sorpresa, aunque la muchacha en cuestión no haya reclamado derecho alguno, tan solo el de vivir tranquila. Pues la tranquilidad se va a acabar, reina. Uy, perdón. Mona, quería decir.
Han sido dos periodistas los que han destapado el tema en un libro en el que exponen los desmanes, de bolsillo y de bragueta, del rey Juan Carlos. A pesar de no desvelar el nombre de la hija, han aportado los datos necesarios para que sepamos quién es. Lo mismo hacía Gila en el chiste de Jack el Destripador, aquel en el que contaba que, como no era partidario de la violencia, iba a intentar detener al asesino lanzándole indirectas.
«Alguien ha matado a alguien», le decía. Pues eso. Alguien ha tenido una hija con alguien, y ya sabemos quiénes son los dos alguien. Pilar Eyre lo dijo antes, por cierto. Lo que nadie había predicho es que Rafael Amargo, acusado de tráfico de drogas, iba a opositar a policía. Eso, ni Los Simpson.