Dos pelacanyes a los que homenajear

Hoy, día de Sant Magí, es bueno rendir un pequeño homenaje a dos TTV (tarragonins de tota la vida), que son historia viva de la ciudad y que ayudan en estos tiempos de vertiginosa fugacidad a que no olvidemos nuestro pasado. Se trata del tascaman Eduard Boada y del fotógrafo Ramón Segú Chinchilla.

El «señor Boada», como le llamaban con devoción los clientes de su bar, tristemente cerrado, pasa por momentos personales difíciles, pero aún mantiene la costumbre de escribir, con la inestimable colaboración de su hijo Eduard, pequeños artículos para el Diari.

Estuve muchas veces en el pequeño local que Eduard padre tenía en la calle Rovira i Virgili. Más allá de los deliciosos y enormes bocatas que preparaba, charlar con él mientras manejaba la plancha era un placer. Eduard ha despertado el cariño de miles de tarraconenses. Hasta el punto de que en 2019 fue escogido pregonero de las fiestas de Santa Tecla, con la unanimidad, cosa extraña en política, de todos los partidos.

Ramon Segú Chinchilla es el tercero de una saga de fotógrafos que han captado la vitalidad de TGN. La tienda que tenían en la Rambla Nova era el centro neurálgico de la vida social, hace muchos años, cuando colgaban fotos de la BBC (bodas, bautizos y comuniones). Pero Ramon es mucho más que un fotógrafo de vida social. Dos ejemplos solo. Fue el primero en llegar al camping de Los Alfacs cuando la trágica explosión y sus fotos dieron la vuelta al mundo. Y una genial instantánea suya el día que Dalí recorrió la Rambla Nova a lomos de un elefante de cartón le valió un premio nacional.

Boada con su arte culinario y Chinchilla, con el fotográfico, han sido dos cracks. Los pelacanyes podemos estar muy orgullosos de ambos.

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