Scott

En 1912, los cuerpos del capitán Robert Falcon Scott, el doctor Edward Wilson y el teniente Henry Bowers fueron encontrados en sus lugares de descanso final en su tienda de campaña, dentro de sus sacos de dormir, a sólo once millas del One Ton Depot y de un gran depósito de alimentos y suministros. Habían perdido la carrera por llegar primeros al Polo Sur. Amundsen se les había adelantado. Llevaban más de siete meses congelados. La última entrada en el diario de Scott, del 29 de marzo decía: «...Todos los días hemos estado listos para partir hacia nuestro depósito a once millas de distancia, pero más allá de la puerta de la tienda de campaña es una escena de remolinos a la deriva. No creo que podamos esperar cosas mejores ahora. Aguantaremos hasta el final, pero estamos cada vez más débiles y el final no puede estar lejos». Faltaba el cuerpo del capitán Lawrence Oates, que abandonó la tienda de campaña y caminó hasta su muerte despidiéndose con un lacónico «me voy un rato». Cualquier expedición a los polos forma parte de la experiencia humana. Cuando vemos las imágenes de esos hombres armados de tanta ingenuidad como resiliencia, no podemos hacer otra que conmovernos. Robert F. Scott no es mi preferido, porque yo soy team Ernest Shackleton. Pero en mi serie sobre exploradores famosos siempre creo necesario empezar por él. No sé por qué.

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