Poilane
Es una de las panaderías más famosas de París. El abuelo de la actual propietaria decidió crear un pan de masa madre avant la lettre y harina integral a inicios del siglo XX, horneado al fuego de leña (aún funciona) y que durara una semana (la baguette no dura un día) para que sus amigos artistas de Montparnasse no se murieran de hambre. Los amigos se llamaban Picasso, Picabia, Éluard, Aragon o Matisse. La panadería original está en la rue du Cherche-Midi, a unos pasos de donde vivió Mercè Rodoreda. Hoy, el problema es que los instagramers han decidido que se trata de un sitio cool, y en la cola te encuentras con parisinos cabreados (una subespecie muy propia del lugar) y turistas haciéndose selfies a troche y moche. Una se pregunta por qué. ¿Desde cuándo esa necesidad de verse reflejado en todo? ¿Acaso nos creemos Rembrandt, Gainsborough o Goya? ¿Hasta cuándo la moda de ser el protagonista absoluto de todo? Antes, el retrato marcaba los momentos importantes de la vida de alguien. Incluso la muerte, como por ejemplo la fotografía de Marcel Proust cadáver. Espero paciente a que me corten un pan, mientras escucho a mi lado a una americana pedir una baguette s’il vous plaît. La dependienta y yo nos miramos. Vous vous êtes trompée de lieu mademoiselle. Y con una sonrisa de venganza, abandono el lugar.