Perros
Rick Gervais dice que él no cree en Dios pero que sí cree en los perros. Es cierto que hay mitos fundadores que dicen que en un principio fueron los perros, y que luego Dios, asustado ante tanta perfección, decidió inventarse a los hombres para compensar. Quien ha tenido un perro sabe de lo que hablo. Yo siempre quise tener un San Bernardo, pero nacer en Tarragona me lo puso difícil (como en tantas otras cosas). Unos monjes suizos construyeron un refugio en el Gran Paso de San Bernardo a 2.500 metros (Le Col du Grand Saint Bernard). En la montaña, los perros trabajaban en equipo; una vez localizado el accidentado, uno se tumbaba junto a él y lo calentaba y lamía, mientras que el perro colega iba a dar el aviso. Llevaban encima una barrilete de cobre, roble y piel (mejor, imposible) lleno de caldo caliente. En el barrilete, el dibujo de la flor edelweiss y la bandera suiza. Hoy, los GPS y otros artilugios han puesto fin a la mejor de las tradiciones alpinas. Cada año se entrenan unos 15 perros por tradición y para las avalanchas. Estos enormes sacos de ternura y suavidad han pasado a ser un accesorio de moda. Como tantos otros de sus congéneres, su destino es el de posar en Instagram. Por no hablar del horror de los pequeños perros dentro de bolsos (aberración suprema). Son los mejores amigos del hombre y de la mujer. Sencillamente son la prueba palpable de que la bondad (o Dios) existe.