Ofender

Que estemos ofendidos, no significa que tengamos la razón. Que estemos alterados, no significa que estemos en lo cierto. Que no entendamos nada, no significa que las cosas sean incomprensibles. En ningún código de leyes está escrito que tengamos derecho a pasar por este mundo sin que se nos lleve la contraria, sin que sintamos frustración, sin sentirnos –a veces– insultados. Es el resultado de vivir en sociedad. Si se quiere evitar todo sentimiento de dolor, mejor buscarse una ermita y tirar la llave al cerrar la puerta. Pero tampoco es seguro que la soledad sea el remedio más eficaz. Las sociedades que no ofenden, no avanzan. Ofenderse es algo que detesto, ofender me apasiona en su segundo sentido si leemos la definición de la RAE: ir en contra de lo que se tiene comunmente por bueno, correcto o agradable. Ofender el olfato, el buen gusto, el sentido común. Una sociedad que no ofende el sentido común o el buen gusto acabará como Suiza. Me explico: decía Orson Welles que los 30 años de reinado de los Borgia tuvieron muertes y terror, pero también a Michelangelo, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. Suiza, en cambio, durante 500 de amor fraternal y buenas maneras, ¿qué ha producido? El reloj de cuco y la banca privada. Que estemos ofendidos no significa que tengamos la razón, recordémoslo cada vez que nos pidan contenernos, que nos pidan ser respetuosos.

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