Nada

Carmen Laforet decía que algunas cosas pueden parecer nada y lo son todo. Decía que hay que saber ver, aprender a apreciar lo menudo y a despreciar lo que sólo hace bulto. Decía que nada que parece grande o que reluce en exceso tiene gran validez. Que lo bueno es aquello que sin grandes destellos lo llena todo. Carmen Laforet, ganadora del premio Nadal en un oscuro y triste 1957. Esas frases me han venido a los dedos (que es como decir la mente porque cuando se escribe los dedos son la extremidad final de las neuronas) al final de un día que no tengo cómo definir. Apreciar lo menudo. Un detalle. Lo que no brille. El color mate. La sencillez de un tejido rústico, de hilatura visible, el lino viejo, la lana que pica. Las flores humildes, las amapolas, las margaritas blancas, y algunas que no tienen ni nombre. Los insectos, todos, casi todos, incluidas las cucarachas rojas que suben por las tuberías de nuestras casas. Las sardinas, los boquerones (no los grandes pescados) los salmonetes, los mejillones. Los tomates, los pepinos. El aceite de oliva. Se me van los dedos a la gastronomía. Será porque es en la base de un plato donde mejor describir el todo frente a la nada. Y que conste que no hablo de política.

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