Montaigne

En París hay muchas avenidas y casi todas son hermosas, largas, anchas, sombreadas en verano, llenas de hojas crepusculares en otoño. En París hay muchas librerías y casi todas son hermosas, antiguas, con suelos que crujen, con recovecos donde esconderse, con secciones imposibles como «tibetología». En París hay muchas plazas. Plazoletas, rincones, espacios interiores en los que uno podría perderse hasta la eternidad. La eternidad en París debe ser una eternidad muy interesante. Imagínense como paseante eterno por esas calles, sin otra cosa que hacer que mirar. Mirar que no ver. El crítico de arte, John Berger, ya lo decía: Somos un ojo. Un ojo mecánico. Estos días podríamos pasear por París sin necesidad de pensar, como autómatas. El otoño de París es poco exigente de bello que es. Una de mis avenidas menos apreciadas es l’Avenue Montaigne donde se concentran todas las grandes maisons del lujo francés. Dior, Chanel, Yves Saint Laurent, Balenciaga, Lanvin...Hoteles palacio como el Plaza Athenée. Una avenida en homenaje al pensador y escritor Michel Montaigne que nos dejó dicho que «por muy alto que sea el trono en el que nos aposentemos, siempre estaremos sentados sobre nuestro culo».

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