Marcello

Esa Roma en blanco y negro. La Fontana di Trevi de noche y Anita Ekberg chillando «Marceeeeeello». Ya está, Marcello Mastroiani, el chaval pobre que se monta en la troupe teatral de Lucino Visconti, ese hombre bueno, fotogénico hasta la locura, ese ragazzo dil popolo, se transforma en icóno mundial. Su amiga Sofia Loren (quizás la única mujer que llegó a comprenderle jamás) le dijo una vez en la televisión americana que era un «latin lover» y Mastroiani, le espetó un romanisimo «va fan cu» (un vete a la mierda pero mucho más interensante, porque todo en Roma es infinitamente más interesante). «Para ser latin lover hay que ser lover y yo de lover no lo soy mucho». Marcello tuvo mucha suerte. En una conferencia un estudiante le preguntó que cómo hizo para salir de la pobreza y triunfar. Y le respondió que él lo único que había hecho era dar con la gente adecuada, que en Cinecittà se había encontrado con una panda de compinches geniales y que él sólo pasaba por ahí. Menuda panda: Visconti, De Sica, Fellini, Ettore Scola, Sofia Loren, Vittorio Gassman, Nino Manfredi, Totó. La Dolce Vita, Via Venetto, los paparazzi, Caternie Deneuve, el Partido Comunista y Enrico Berlinguer. Fumador emepdernido dijo que él acutaba para gustar a muy pocas personas. El 28 de septiembre hubiese cumplido 100 años. Nadie nos devolverá esa época, pero nos queda la nostalgia. Y el tabaco.

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