Joan Margarit

De vez en cuando -no siempre- te cruzas con un poeta y se para el mundo. Es un instante, pero ese instante te permite comprender la eternidad. O algo semejante. Joan Margarit es uno de esos poetas. Tiene muchos poemas memorables, frases como «Amar es un lugar» que encierran todo un mundo. Pero en este domingo tórrido, el peor domingo del año, cuando aún queda demasiado verano, demasiadas cigarras en los árboles, demasiado sudor, demasiado sopor, leerle es como la primera lluvia de otoño.

Ya de niño buscaba las ventanas para escaparme con los ojos.

Desde entonces, si entro en un lugar, miro con atención dónde dejo el abrigo y dónde está la puerta de salida. Libertad, para mí, quiere decir huida.

Hay muchas puertas en el mundo.

Incluso el sexo es una de emergencia.

Pero se van cerrando: ya, muy pronto, para huir quedarán tan sólo aquellas ventanas de la infancia.

De par en par abiertas, listas para saltar.

La lluvia, las puertas, la huida, la libertad. Este verano con Joan Margarit.

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