Jane Birkin

Nunca he hecho terapia aunque igual me lo planteo no tanto por los resultados del análisis, que como se sabe se calculan en décadas y tal vez ni siquiera se calculan (siempre me hacen sonreír mucho las entrevistas en las que las celebridades dicen: hice un año de terapia, casi dos, y me cambió la vida, entendí mucho), sino por falta de recursos y de tiempo. Tampoco los tengo ahora, pero me persigue la frase de una amiga, profesora de filosofía en la Sorbona que me dijo un día en un restaurante de Saint Germain, mientras en la mesa de al lado Jane Birkin desayunaba con su hija Charlotte Gainsbourg (no les miento) «Cualquiera que quiera contar la vida de los demás debería pasar por el psicoanálisis, el clásico». Cuando un sistema cambia, son los guardianes de ese sistema los que más tienen que perder. Siempre ha sido así. Quizás nos pase a todos, cuando pretendemos cambiar, las resistencias se activan y nos inmovilizan. No es fácil saludar al monstruo que todos llevamos dentro, ni mucho menos entablar una conversación. Charlotte Gainsbourg le dedicó un magnífico documental a su madre, una terapia dolorosa e irónica tras muchos años de psicoanálisis. Quizás no sea una mala idea.