Fiona
En mis lugares favoritos hay personas de más de 70 años que se toman una taza de chocolate con bizcochos (ojo: bizcochos no churros). No hay ni un solo logo a la vista y las zapatillas deportivas son discretas (no voy a abrir el melón de las zapatillas deportivas). Se puede mirar el móvil pero no se escucha el móvil. El mundo se divide entre los que se esperan para escuchar el móvil, y los que no. Hay perros pacientes como Fiona, la galgo de Bea, una amiga que me lee y me cuida. Fiona que te mira pensativa y te remeueve el alma. Nadie habla a voz en grito, hay calma, todo el mundo parece estar muriendo lentamente. Todo pesa un quintal: las cortinas, los asientos, las mesas. Tengo un amigo que he recreado un club inglés en Barcelona: The Wildbunch. Lo más moderno es él, que tampoco lo es. Hay croquetas de pollo y croquetas de rabo de toro en la carta y punto (no voy a abrir el melón de las croquetas, da para una serie, pero mundo... cálmense con las croquetas, tampoco hacen falta todos los sabores del universo). La gente paga con monedas en la barra y la barra resuena. Cuando hay una buena noticia se celebra, se lee el periódico de papel y siempre te encuentras el crucigrama solucionado y el sudoku asesino solucionado, porque los genios se despiertan pronto. Ese sería mi lugar favorito. Aunque si Bea me presta a Fiona, cualquier lugar del mundo podría ser mi favorito.