Decencia
El diccionario define decencia como el adjetivo que determina al que obra dignamente, al honesto, al honrado, honorable, respetable, íntegro, noble. Escasos todos estos adjetivos. En el cine ahora tienen la oportunidad de darse un baño de decencia gracias a la película El 47, la historia del bus secuestrado (con Pasqual Maragall dentro) por el conductor Manuel Vital, vecino de Torre Baró. En el cine, interpretar el drama, la comedia, el horror o el arrojo es común. La decencia, no. Se me ocurren que decentes fueron James Stewart, Spencer Tracy (Eduard Fernàndez me recuerda cada días más a Tracy), Lino Ventura, John Wayne o Fernando Fernán Gómez. Me dirán que no hay mujeres. Es cierto. La decencia tiene que ver en cómo ejerces el poder o como luchas por él. Y en el cine el poder ha sido cosa de hombres. Las mujeres tenían el poder de seducir, pero no de decidir. Seguramente es un listado basado en miles de prejuicios y gustos personales (se me ve el plumero de lejos por mi predilección por el género western). Pero tras salir del cine, con la historia de Manolo y Carmen, de los millones de Manolos y Cármenes en la cabeza, te das cuenta de que la historia está llena de decentes anónimos. Que algunos, para tener servicio público, tuvieron que secuestrarlo. Que no todos somos iguales. «Pero, ¿Quién quiere un bus para subir a Torre Baró?» le preguntan a Manolo en el Ayuntamiento, «¿No te jode? Los que han bajado».