Cartier-Bresson

Barcelona, Fundación Mapfre. No se lo pierdan. Aunque cueste llegar, el esfuerzo estará más que recompensado. Henri Cartier-Bresson es, según Carlos Pérez de Rozas (profesor y mentor de una legión de periodistas y director de Arte de La Vanguardia) durante las míticas cenas en su terraza (la mejor terraza de Barcelona), en fin, nos decía Carlos que Cartier-Bresson era el más grande de todos. El concepto «grande» para Carlos lo englobaba todo. Pero en el caso de un fotógrafo significaba llevarlo a un nivel sublime, a la altura de Velázquez o Goya. El estilo de Cartier-Bresson se caracteriza por el uso del blanco y negro y por la captura del «momento decisivo» (o el instante decisivo), que hace referencia al momento preciso en que el sujeto de la fotografía está en su punto más significativo y expresivo. Su tumba en está en Montjustin (Alpes-de-Haute-Provence), donde se encontraba su casa provenzal. Es una lápida que parece tener mil años. Gastada. Solo su nombre. A pocos metros, bajo otra lápida desgastada, está la tumba de su mujer, Martine. Solo las separan unas matas de lavanda, algunas mariposas y varias abejas, abejorros y bichitos ruidosos. Seguro que todos ellos felices de merodear cerca del ojo más perfecto de todo un siglo. El que nos capturó con sus imágenes toda el alma. Carlos se podía pasar horas hablando de él. Y para mí, eso es palabra de maestro.

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