Cartas y trenes
En 1936, para tratar de elevar el ánimo y el patriotismo de la población británica, la General Post Office Film Unit rodó un documental llamado Night Mail, donde seguía el recorrido de uno de sus trenes más emblemáticos: el Postal Special, que viajaba cada noche desde Londres hasta Aberdeen para repartir cartas por todo el país. El documental es fantástico, tiene música de Benjamin Britten y versos de W.H. Auden. Los 22 minutos de su metraje me dejan en un estado mental muy agradable. Por eso vuelvo a menudo a él. Me fascina que haya tanta gente trabajando cada noche para que las cartas viajen: hombres echando carbón a las calderas, maquinistas, funcionarios de correos, guardavías; todos en vela y coordinados para que medio millón de misivas lleguen cada noche a su destino. Se repiten una y otra vez las escenas en las que los sacos de cartas entran y salen de los vagones con el tren en marcha. El sistema que utilizan para capturar y repartir el correo tiene un mecanismo muy rudimentario, pero efectivo, hecho con redes, palos y cuerdas que me recuerda al de las trampas de las series de dibujos animados. Trenes y cartas, seguramente la mejor combinación posible. Papel, tinta y el ritmo constante del paso del espacio en el tiempo. Dejar de escribir cartas es un error que pagaremos caro. Porque cuando escribes, piensas y si piensas no sueles decir tonterías. En principio.