Agua

La cantidad de agua en la tierra es una constante. El agua no se pierde, lo que cambia es su estado. O es sólido, o es líquido o es gaseoso. Pero siempre hay la misma cantidad de agua en nuestro planeta. No deja de ser sorprendente qué pocas veces pensamos en el agua como tal, más allá de su escasez relativa, insisto, si no está aquí (en Siurana por ejemplo) es que está en otro lugar. El agua es la substancia más antigua que se conoce. Más antigua que el sol, millones de años más vieja que el sistema solar. Una quisiera creer que la ciencia lo sabe todo sobre el agua, pero no es cierto. Hay mucho por descubrir y en realidad pocos especialistas haciéndolo. El agua es un misterio. Circula por nuestro sistema, nos limpia, nos nutre, nos sana, nos enferma, nos preocupa, nos divierte, nos mata, nos da la vida. El agua lo es todo. Cómo responder a la sobrepoblación, a la polución, a la acidificación, a la nitrificación o a la pérdida de biodiveridad es el gran reto. Cada gota de agua, cada lágrima, que emerge del ciclo acuático, es una sobreviviente de los tiempos remotos. Es una viajera del espacio interestelar. Una auténtica extraterrestre que impactó la tierra a bordo de un asteroide. Cada gota es sagrada porque en ese ínfimo espacio está escrita la historia de nuestro universo. No se acaba el agua, se transforma, se evapora, pero regresa. Siempre regresa. El agua tiene memoria.

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