Abracadabra
Literalmente: Creo al hablar. Esta conocida palabra de origen arameo, que tiene derivadas en algunas lenguas que siempre me han fascinado como «abracadabrant» en francés, que significa extravagante, lejos de su origen, es una palabra mágica. No tan sólo porque los magos de todos los tiempos la hayan usado (véase Harry Potter y Albus Dumbledore), sino porque es realmente mágica. O al menos nos recuerda la magia de las palabras. También lo dijo Barack Obama en su maravilloso discurso en Chicago tras la victoria electoral: «No me digan que las palabras no importan». Claro que importan. Las guerras se hacen por palabras: libertad, nación, tradición, futuro. Con las palabras podemos crear la realidad. Y la realidad es lo que importa. Como estoy de baja y la fiebre por la tarde deposita una capa de niebla fina en mi teclado, me permito la licencia de hacer ligar conceptos alejados en el tiempo y en lo simbólico. Leo la pieza sobre el acto de ayer en Vila-seca. Y me dirán qué tiene que ver la movilidad de nuestro territorio con una antigua palabra aramea. Sencillamente porque nombrar las cosas nos permite crearlas. Porque a base de repetir los conceptos, estos acaban por ser realidad. No por magia, sino porque ya existen. Hablo del Área Metropolitana del Camp. Existe. Solo hace falta que las palabras (como ayer) le acaben dando forma. Y disculpen la excentricidad «abracadabrante» de este artículo.