Medidas de gracia nada graciosas

En estos días en que se habla tanto de amnistía, me he topado con dos noticias que revelan algunos de los motivos que consideran algunos países para perdonar las penas de cárcel a sus reos.

Y mira tú por dónde, quizá sea casualidad –aunque un buen amigo siempre dice que las casualidades no existen–, pero no deja de ser sintomático –por decirlo de alguna manera– que los dos casos que mencionaré se refieren a decisiones que benefician a sendos autores de crímenes tan execrables como es el asesinato de mujeres.

En Rusia, Vladímir Putin indultó al asesino de una estudiante rusa en cuyo cuerpo se hallaron 111 heridas (entre hematomas, puñaladas y otros golpes). Antes de su muerte, el ‘angelito’ ya indultado la violó y después la estranguló con el cordel de la plancha.

El criminal fue condenado a 17 años de cárcel, pero Putin, tan magnánimo con según qué delitos –hablar mal de él no es uno de ellos– le concedió el perdón tras haber combatido en Ucrania. De nada sirvieron los lamentos de la madre de la joven: «Esta es una bofetada para mí y para aquellas madres cuyos hijos han sido brutalmente asesinados», comentó.

Y en Italia, un tribunal de Turín ha concedido el arresto domiciliario a un hombre condenado a 30 años de prisión por matar a su novia de 57 puñaladas porque la moza le recriminó que tirara demasiadas migas mientras preparaba los bocadillos. ¿El motivo de semejante beneficio?

El estado de obesidad del reo, que ingresó en prisión con 120 kilos y ahora pesa 200, al parecer, porque «la cocina penitenciaria no puede proporcionar comidas bajas en calorías al recluso». Ya ven que las medidas de gracia –aunque maldita la gracia en ambos casos– obedecen a los criterios más variopintos.

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