Ir a un hotel de lujo... y robar el colchón

Robar no es una cuestión de necesidad. Lo confirma un estudio realizado con entrevistas a los encargados de 1.376 hoteles de lujo sobre los objetos que sus adinerados clientes se llevan de las habitaciones.

Más allá de los motivos que puedan tener –dudo que tengan alguno– para agenciarse de lo ajeno, llama la atención las cosas que más se roban de estos establecimientos de cuatro y cinco estrellas. Y es que más allá de las típicas toallas (79,2%) y albornoces (66,4%), las perchas (49,8%) y los bolígrafos (41,8%), destacan las pilas de los mandos a distancia (30,4%), la cubertería (27,5%), los cuadros (24,4%), las mantas (18%), las almohadas (16,1%), la vajilla (12,3%) o las cafeteras (11,4%).

Pero también desaparecen los secadores de pelo (9,5%), los televisores (8,9%), las bombillas (7,2%) e incluso los colchones (6,6%) o las minineveras (3,3%). Y la pregunta es obvia: ¿cómo se puede robar de la habitación de un hotel un colchón sin despertar sospechas?

Pero no crean que aquí acaba la cosa; también se sustraen pianos, las tablas del inodoro, un lavabo entero, tuberías de desagüe, los bancos de la sauna o la ducha de hidromasaje. Sí, hay gente para todo. Como aquel cliente que fue pillado cuando se llevaba de un hotel de Francia una cabeza de jabalí disecada.

No menos curiosas resultan las conclusiones del estudio en cuanto a nacionalidades: alemanes y británicos, además de toallas y albornoces, persiguen los cosméticos; los austríacos se llevan la vajilla y las máquinas de café; los estadounidenses, almohadas y pilas; los italianos, copas de vino; los suizos, el secador de pelo; los franceses, el televisor con su mando a distancia, y los neerlandeses, bombillas y papel higiénico. El estudio no habla de los españoles. Uf, menos mal.

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