‘El maestro que prometió el mar’

Estos días he disfrutado de la película El maestro que prometió el mar, basada en la historia de Antoni Benaiges, un joven de Mont-roig del Camp que en tiempos de la Segunda República fue destinado a un pueblecito de Burgos para ejercer su profesión en la escuela rural. Al darse cuenta de que aquellos niños nunca habían visto el mar –sus redacciones comenzaban «el mar debe de ser...»–, les prometió llevarles a Tarragona.

A pesar de que con mucho esfuerzo logró convencer a unos padres al principio reacios, no pudo cumplir su promesa; lo asesinaron antes los fascistas. A pesar de que los hechos que se narran en la película sucedieron en 1936, el filme contiene mensajes que mantienen toda su vigencia en estos días.

Como esa lucha de Antoni por implementar nuevos métodos educativos, más amenos, instructivos y, sobre todo, eficaces, y su enfrentamiento por ello con las fuerzas más reaccionarias –me temo que ganaron éstas, pues aún, casi noventa años después, seguimos con aburridas clases magistrales, lecciones que los niños aprenden de memoria y olvidan pasado el examen, notas que no tienen en cuenta las particularidades de cada alumno...–.

O como esa frase en la que el maestro dice que «los niños deben aprender a ser niños», con todo lo que ello significa. Y, sobre todo, porque aún pervive, con renovada fuerza, aquella intolerancia, aquel odio, aquella intransigencia, aquel considerar «traidor a la patria» a quien opina de forma diferente, aquel afán por imponer el pensamiento único, aquel fanatismo que acabó con la vida de un gran hombre –y de tantos grandes hombres–.

Sí, una joya El maestro que prometió el mar. Si no la han visto todavía, háganlo. No se arrepentirán.

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