El conductor de bus amigo de sus usuarios

Seguro que muchos ya lo han visto por la tele o por las redes sociales, pero la noticia bien merece un comentario. Hablo de Quico Álvarez, ese conductor de autobús de la línea Vallvidrera-Tibidabo-Les Planes, en Barcelona, y que en su último viaje antes de jubilarse recibió una bonita sorpresa. En una parada le esperaban más de treinta vecinos para agradecerle tantos años de dedicación con banderitas en su honor. La escena es realmente emotiva, con los usuarios coreando el nombre del chófer entre aplausos como si fuera el último fichaje del Barça y el trabajador, emocionado y aferrado al volante, que solo acierta a decir entre lágrimas «¿Qué es todo esto? ¡Qué cabrones!». Pero Quico se lo merecía. Ha demostrado que se puede ser un buen profesional y a la vez una gran persona –creo que lo segundo es condición sine qua non para lo primero–. Porque él no se limitaba a llevar a la gente de un lugar a otro. A lo largo del tiempo, fue conociendo a sus usuarios, que, en sus propias palabras, se convirtieron «primero en amigos y luego, en familia». Y se preocupaba por ellos: dejaba a las personas mayores en la puerta de casa en lugar de hacerlo en la parada; daba su teléfono a los vecinos para que le avisaran si llegaban tarde al bus, y les esperaba para que no se quedaran tirados. Y si había alguien a bordo –siempre hay algún pasajero con prisa–, le explicaba la situación y el viajero lo entendía. ¿Cómo no iba a entenderlo? Cualquier día podía pasarle a él. Enhorabuena, Quico, y gracias por demostrar que incluso en un trabajo en el que se exige cumplir unos horarios estrictos de paso las personas son lo más importante, por hacernos ver que aún queda humanidad y por contribuir a hacer del mundo un lugar mejor. Disfruta mucho tu bien ganada jubilación.

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