Droga en el templo
Siempre he admirado la fortaleza moral de esos monjes budistas que permanecen inalterables aunque el mundo se desmorone a su alrededor, esos hombres con la cabeza rapada y una túnica naranja que son la imagen viva del sosiego y la tranquilidad, iconos de esa gente que ha encontrado la paz interior y ha aprendido a convivir consigo misma de forma natural, en un constante ejercicio de autocontrol.
Los budistas pueden ordenarse por periodos cortos de tiempo, aunque también hay quienes lo hacen para toda la vida. Por eso no acabo de digerir la noticia que habla de ese templo tailandés habitado por cuatro monjes que se ha quedado vacío después de que todos los religiosos dieran positivo por drogas y fueran enviados a un centro de desintoxicación.
Los hechos sucedieron en el transcurso de una operación policial rutinaria en el templo Sap Kaset Nok, en la provincia de Petchabun, cuando los agentes realizaron pruebas de drogas al abad del templo y a tres monjes y dieron todos positivo, lo que ha llevado a las autoridades religiosas a enviar a más bonzos para vigilar el templo, situado en un zona rural.
Y a raíz de la noticia ha trascendido que en Tailandia, donde el 90% de la población profesa el budismo y hay unos 30.000 templos y 300.000 monjes, en los últimos años han surgido polémicas entre algunos monjes por incumplir las normas monacales de austeridad y vivir con lujos y hasta estar implicados en escándalos sexuales o de drogas.
Vaya, otro mito por los suelos.