Abuelas terapeutas

Siempre he sostenido que la salud de una sociedad se mide en gran medida por el trato que dispensa a sus mayores. Y eso, me temo, no nos deja en muy buen lugar, pues la tendencia que pareciera imponerse por estos lares es concederles cada vez menor protagonismo, con lo que nos perdemos su experiencia y sus lecciones.

En este sentido, quizá sea oportuno torcer la mirada hacia lugares donde los ancianos son y se sienten útiles. Por ejemplo, me ha llamado la atención esa iniciativa de Zimbabue, donde funcionan los ‘bancos de la amistad’, en los que un grupo de abuelas se sientan y escuchan a personas más jóvenes con problemas de depresión o angustia, a las que escuchan, ofrecen consuelo y, en muchas ocasiones, interesantes consejos y soluciones.

Lo sabe bien Ruth Banda, una mujer de 30 años que cayó en una depresión tras la muerte de su padre y los intentos de su tío por arrebatarle la casa a su madre. La joven cayó en un abismo del que no estaba segura de poder salir hasta que conoció a Gogo Joyce Chimbwero, una mujer de más de 70 años, ojos amables y risa contagiosa, y empezaron a charlar en un ‘banco de la amistad’. «En el momento en que empecé a hablar con ella –confiesa Banda–, me sentí mejor. Me ha cambiado mucho». Sí, estas abuelas, terapeutas informales, han ayudado mucho. Y, a la vez, se sienten rescatadas de la soledad y el aburrimiento.

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