A la calle en pijama
Ayer vi a dos jóvenes tomando una cerveza en una terraza de Tarragona en pijama. Sí, sí, y no era porque son Carnavales –la razón por la que mi hija y sus amigas también usaron ese atuendo ayer para ir al instituto–.
No, aquellas chicas no estaban disfrazadas ni se habían caído de la cama para aterrizar sin saber cómo ni por qué en aquella terraza; se habían sumado a la última moda que llega de París: bajar a la calle en pijama con un abrigo por encima. La nueva tendencia incluso ya tiene nombre: NBN (Netflix-baguette-Netflix).
O sea, que estoy tirado en el sofá viendo una película, me entra hambre y, como me atrapa la pereza, bajo a por el pan sin vestirme, doy una vuelta por ahí y luego regreso al sofá y a otra película o serie. Dicen que es una consecuencia directa de la pandemia y del confinamiento a la que esta nos sometió. Pero no se engañen; esta moda no tiene nada que ver con la dejadez. Apuntan sus promotores que responde más a una «reivindicación del confort, la naturalidad y la libertad». Claro que tampoco es cuestión de improvisación.
Sí, se trata de bajar a la calle en pijama, pero no de cualquier forma. El NBN también tiene sus códigos. Nada de pantuflas y bata. En su lugar, plumíferos extra largos, abrigos de paño, botas de pelo, deportivas... y complementos como gorros, viseras, bufandas o gafas de sol.
Ya lo ven. Tendremos que acostumbrarnos a ver por la calle a gente en pijama sin saber si son despistados, sonámbulos... o influencers.