Los cooperadores de Putin
La forma con la que los hombres del KGB acapararon toda la riqueza sobrecoge por su sencillez su rapacidad y su total falta de escrúpulos
«No sirvas a quien sirvió», dice el refrán, y si hay que prestar oído a la sabiduría ancestral que encierra, uno no le arrienda la ganancia a quienes hoy se encuentran a las órdenes de Vladímir Putin, esto es, todos los rusos, del primero al último. Al menos, así se desprende del testimonio de Serguéi Pugáchev, el oligarca de la era Yeltsin que aconsejó a su jefe que le diera al exagente del KGB el bastón de mando. «Era obediente como un perro», evoca el magnate luego caído en desgracia, según se recoge en el libro de la periodista británica Catherine Belton Los hombres de Putin. Belton, que vivió varios años en Rusia, ha entrevistado a numerosos protagonistas del oscuro y accidentado proceso que condujo de la implosión de la Unión Soviética a la tentativa de restauración del Imperio bajo la dirección del servicio secreto.
Siempre se podrá decir que las afirmaciones de muchos de ellos, como la del propio Pugáchev, suscitan dudas porque se trata de gente que no tiene un currículum irreprochable y que ha acabado enfrentada con el régimen ruso. Pero en su conjunto el relato resulta tan creíble como escalofriante. El método con el que los hombres del antiguo KGB acapararon toda la riqueza de los rusos, colocando primero a uno de los suyos en la más alta magistratura del país y desalojando después a los jugadores de ventaja que habían medrado con Yeltsin, hasta llegar al zarismo que sin apenas disimulo encarna hoy el exespía, sobrecoge por su sencillez, su rapacidad y su total falta de escrúpulos. Pero lo más sangrante, sostiene Belton, es la participación entusiasta de Gobiernos y empresas de Occidente, cooperadores necesarios en la estrategia de rapiña y blanqueo al por mayor de los ingentes fondos acumulados a lo largo de los años por la organización que Vladímir Putin ha acabado dirigiendo con mano de hierro.
Especialmente inquietantes son los capítulos que el libro dedica al aterrizaje masivo en el Reino Unido del dinero ruso, que dio lugar al llamado Londongrado, y a los tratos de Donald Trump con socios financiados por Moscú. En el primero se viene a decir que la lluvia de millones de dudoso origen corrompió hasta los cimientos la City de Londres.
Del segundo se deduce que Trump, que escapó una y otra vez de la quiebra gracias al dinero moscovita, venía a ser para los hombres del Kremlin un activo de segunda categoría que se volvió inesperadamente de primera cuando se coló en la Casa Blanca. Ojalá lo que cuenta Belton fuera una exageración. Por desgracia, no lo parece.