El final de las vacaciones
Las vacaciones políticas, tan agitadas este año por las elecciones en medio de la canícula de julio, se acaban suponiendo que para algunos hayan llegado a empezar. Dentro de pocos días –mañana mismo– vendrá la primera prueba para los políticos, la constitución de las Cortes y lo que se anticipa más complicado, la elección de las mesas y de sus presidentes.
Los datos que avalan a cada uno de los dos candidatos a presidir el Gobierno –Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo– no facilitan el reparto de cargos. Será el prólogo de una legislatura dura y compleja entre las fuerzas dominantes, el PSOE y el PP, que en las votaciones se han repartido el grueso de los millones de votos y de los escaños en el Congreso.
Las cifras son relativamente equilibradas, pero los respaldos de los partidos minoritarios, unos que quieren retrotraernos a la Edad Media, otros al fracaso casi olvidado de la Unión Soviética y los que quieren independizarse, tendrán la clave del desempate.
Una buena parte de la ciudadanía, poco fanatizada y nada partidaria a las refriegas a que se nos estaba condenando en el reciente pasado, es bastante probable que se apuntaría a un acuerdo que permita una gobernación tranquila, sujeta a la polémica y el debate que obligan las diferencias ideológicas y programáticas, pero sin alterar la buena convivencia entre las personas que al fin y cabo son las afectadas.
La realidad social que impera entre los españoles, con lógicas diferencias entre la mayoría de los votantes, no impide la normalidad de sus relaciones particulares y hasta familiares. El odio político apenas subsiste. Los grupos políticos que surjan de este proceso deberían prestar más interés en acabar de una vez por todas con la maldición de las dos Españas, que el paso de las décadas no ha conseguido borrar desde la Guerra Civil, y nunca faltan los que pretenden conservarla recurriendo a fanatismos secesionistas.
En estos años de democracia se han conseguido muchos cambios en la normalidad, desde la consolidación de las libertades hasta la normalización del sistema democrático, pero no se han borrado aún algunos rescoldos del enfrentamiento que con bastante frecuencia son explotados por los líderes y que los partidos a menudo estimulan convencidos de que son fundamentales para sus intereses.
La negativa de Sánchez a mantener una reunión con Feijóo es un mal ejemplo. El primer objetivo de la legislatura que comienza debería ser unirnos en la libertad e intentar buscar entendimiento en la discrepancia, estimular el respeto a las diferencias y evitar los enfrentamientos gratuitos que a nada bueno conducen.