Cuando opinar es gratis

Saber dar tu opinión y respetar la de los otros me parece una de las habilidades más importantes para poder ir por la vida. ¿Os podéis imaginar por un momento un mundo en el que todos tuviéramos la misma opinión acerca de cualquier tema que se pudiera hablar? Esa diversidad me parece necesaria. Y creo que la opinión siempre ha de ser dada con respeto y en el entorno adecuado, donde realmente tu opinión o la de otra persona se esté dando para ir hacia delante.

Lo que no creo que necesitemos en la vida son esas opiniones que se reciben a veces así, gratuitamente, y que tienen que ver con la propia persona, o con lo que hace. Sin que se pida. Y que lejos de ayudar lo que hacen es entorpecer el proceso personal.

Y tal como cantaban hace años los Héroes del silencio, «que fácil es abrir tanto la boca para opinar». Pues eso, que si hubiera que pagar por según que opiniones tal vez lo pensaríamos antes.

Porque yo me pregunto, si tú no le preguntas a alguien, oye, ¿qué cara te parece que tengo esta mañana?, porque has de recibir de su parte un... -vaya careto tienes, por ejemplo. Por otro lado estamos en un momento donde las redes sociales tienen tanta fuerza, y donde en el apartado comentarios llegan opiniones de todo tipo. Justo por eso, porque es una manera fácil, en ocasiones incluso anónima, y gratis, por supuesto.

Como adultos deberíamos saber gestionar las opiniones no pedidas que recibimos. ¿Y los adolescentes? Algunos sabrán mucho de filtros en cuanto a subir fotos en sus perfiles, pero ¿cuánto saben de filtrar entre los comentarios que reciben, o en las opiniones que les puedan dar compañeros, familiares, profesores... sin que ellos las hayan pedido?

Deberíamos desde muy pequeños enseñar y educar en el matiz de las palabras. Porque no es lo mismo asegurar hablando y decir, esa película es terrible. A poder decir, a mí esa película me parece terrible. Porque dar tú opinión, debería venir predicha de yo pienso, yo creo, a mí me parece...

Y situaciones para trabajarlo encontramos a montones. Por ejemplo en el colegio a veces un niño abre el desayuno y otro dice, eso es un asco. Entonces la reflexión viene cuando explicas, si fuera un asco, ¿crees que sus padres se lo pondrían para que se lo coma? Y ahí tienen oportunidad de cambiar las palabras, eso es un asco, por un, a mí no me gusta, o a mí me molesta como huele, o lo que sea que les pase con esa comida con la que su compañero está encantado.

Estaría bien que aprendiéramos a cuidar más el poder de las palabras. Y aprovechar ese poder para expresar lo que pensamos, con respeto y para sumar, siempre que nos haya sido pedida esa opinión.

Aprender a dar la opinión, así como a recibir la de los otros, es uno de los principales cimientos cuando se está en un grupo. Porque el respeto que eso conlleva sirve de pegamento que une y cohesiona a sus componentes, y el sentimiento de pertinencia es una de las bases para crear nuestra propia identidad. Así que aunque sea gratis, creo que estaría bien, tratar la opinión, como uno de los bienes más preciados que pueda existir.

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