Creencias y datos
En numerosas ocasiones funcionamos con clichés, tantas veces repetidos, que terminamos por creerlos como si fuesen verdades absolutas cuando son solo medias verdades o auténticas mentiras, incapaces de enfrentarse con la realidad. Por ejemplo, hasta el jueves pensábamos que las empresas se estaban forrando con esto de la recuperación post covid, la espiral de precios y las subidas de los tipos de interés. Sobre todo los bancos y las energéticas, y esa era la razón que justificaba la implantación de los nuevos impuestos. Nadie se tomó la molestia de demostrarlo, ni de explicar cosas como su excepcionalidad, frente a otros posibles ‘beneficiados’ por la fortuna que se habían librado, como las farmacéuticas o determinadas empresas de distribución, o su aplicación sobre ingresos. Lo cierto es que esos dos sectores se unieron a los ‘ricos’ en el castigo fiscal, que entendíamos estaba perfectamente justificado. ¿Cómo era posible que alguien pudiera forrarse cuando la gran masa lo estaba pasando tan mal? El jueves llegó el informe de la Central de Balances del Banco de España y nos dijo que, efectivamente, los salarios han crecido más que los márgenes en los últimos meses, pero que, si contamos desde el principio de la pandemia, estos eran un 20% menores en general y un 40% en el caso de la banca. ¿Justificaba esta realidad las medidas adoptadas en base a una ‘sensación’ de beneficios exagerados que se ha demostrado incierta? Creo que no, pero estoy seguro de que da exactamente igual. Los nuevos impuestos tienen una carga ideológica y un interés electoral que supera con mucho esas minucias de su justificación. Incluso, son indiferentes a los resultados de su aportación final a los ingresos. Se han implantado para que comprobemos lo progresista que es este Gobierno de progreso. Y ya está. Misión cumplida.
El viernes, el presidente Pedro Sánchez dijo: «Somos el país que más crece, el que más empleos crea, el que más reduce el paro y el que menos inflación tiene». ¿Es cierto? Vayamos por partes. Es cierto que somos quienes más crecemos en 2022, pero ello es debido a que fuimos quienes más decrecimos en 2019/20. La realidad es que somos uno de los únicos tres países de la UE que no hemos recuperado el nivel de PIB previo a la crisis sanitaria desencadenada por el coronavirus. ¿Se puede estar orgulloso de esa clasificación? No deberíamos. ¿Es un argumento engañoso? Lo es. En la inflación podemos sacar pecho, pues no somos los mejores, pero tan solo nos mejoran Suiza y Francia, y en gran medida es un logro del Gobierno con sus topes al gas en la formación de precios de la electricidad.
Por último, lo del empleo es muy discutible. Nos aseguran que la situación es tan boyante que rebosa por las costuras, con más de veinte millones de cotizantes y menos de tres de parados. Los datos son ciertos, pero muy incompletos, pues olvidan varias cosas. La primera es que el cambio de la taxonomía ha producido el ‘milagro’ de no incluir como parados a personas que no trabajan y cobran el paro como son los fijos discontinuos, una figura clásica que, curiosamente, se ha incrementado un 566,8% en este año. Y en noviembre ya se han firmado más contratos temporales que indefinidos. Eso, sin considerar que más del 60% de los empleos creados desde el inicio de la pandemia proceden del sector público; que seguimos duplicando la media europea de paro; que tenemos un paro juvenil intolerable y que somos el país de la OCDE con menos vacantes por desempleado. Nuestro sistema tan solo oferta un trabajo disponible por cada diez parados. ¿Da todo esto para sacar pecho? Pienso que con la inflación sí y con el crecimiento y en el empleo, no. Salvo que el objetivo sea que nos creamos nuestras propias mentiras.