Antonio Gala, más allá del jardín

La última noticia que nos ha dado Antonio Gala, la de su fallecimiento, da pie a dos interpretaciones. La primera, que se ha transfigurado en hernandiano rayo que no cesa para iluminar estos raros días primaverales. Cierta. Pero no menos que la segunda: que su retiro hace quince años de la literatura (ocho del periodismo) fue la antesala voluntaria de este final, igual que vemos primero el relámpago y más tarde escuchamos el trueno.

En plena jornada electoral Antonio Gala se apagó como la luz de una vela. Quien tanto habló de los jardines y de las emociones y las alimañas que los pueblan, termina ahora de cruzar el jardín de este mundo, que le despidió cuando correspondía, aunque no con todos los honores que merecía. Nunca hubo para él Premio Cervantes, Princesa de Asturias ni asiento en la Academia, en más de sesenta años de carrera, que se dice pronto.

Gala nació en Brazatortas, pueblo de la provincia de Ciudad Real donde su padre ejercía de médico y en el que pasó su niñez. Luego quiso borrar su rastro y los vecinos del municipio pusieron una placa que reza: «Aquí nació el escritor cordobés Antonio Gala».

Córdoba incentivó su faceta bohemia y creativa. A cambio, Gala desarrolló allí su mecenazgo artístico. Mientras su voz se desvanecía, los habitantes de su fundación seguían creando sus respectivas obras. Él alzó la suya entre los años sesenta del pasado siglo y los iniciales de este; entre medias, innúmeras piezas teatrales, periodísticas y narrativas. Sus poemas de amor fueron ponderados por Gimferrer e interpretados por cantantes como Antonio Vega. Se estrenó en la novela por doble partida exitosa con El manuscrito carmesí y La pasión turca, causantes de estragos y colas kilométricas de fans que esperaban pacientemente su sello y su bendición.

Pero lo que nos cautivó a muchos fue su columna. Su firma, que tendía unas veces a la genialidad y otras al delirio, fue una de las que nos enseñaron a leer periódicos. En ellos había que atender la razón del sabio, que consigue expresarse con cohesión y brevedad, como un disparo.

Gala incurrió al principio en las largas tribunas y poco a poco se fue sublimando. Primero fue el comentario político y social, después las polémicas y terminó dando alas a la imaginación y su filosofía de vida. El artículo que cerró su trayectoria en la prensa apareció en diciembre de 2015 y se tituló «Vivir la vida»; su búsqueda en internet no es una pérdida de tiempo.

Ante la abundancia de su producción hay donde elegir. Como todos, también corre riesgo de olvido. Su legado queda en manos del público para el juicio sumario de la eternidad.

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