Las alertas, los mapas, la gestión y la emoción

Todo es un poco raro. La tragedia de Valencia ha hecho que ahora vivamos los episodios de fuerte temporal en confinamiento. En poco más de una semana ya llevamos dos danas en Tarragona, y esto nos remite inevitablemente a aquel 2020 de pandemia. La gestión de estas situaciones no tiene que ser fácil. Hay mapas, pronósticos, previsiones, alertas, hay que calibrar riesgos, medir pros y contras y tener en cuenta muchas emociones.

Todo es demasiado reciente, todavía no se han depurado responsabilidades y ha quedado claro que la falta de previsión y de alerta tuvo buena parte de culpa en la catástrofe de Valencia. Por ello, ahora nos encontramos aquí, en nuestra zona, medio confinados, en medio de un mapa de restricciones de movilidad, cierres de comercios, aplazamiento de visitas médicas y cancelación de clases, mientras miramos al cielo y nos preguntamos si era necesario.

Pero entonces volvemos a la cruda realidad, se proyectan de nuevo en nuestra retina las muertes de Valencia y sabemos que toda previsión es poca. Ayer hallaron los cuerpos de Izan y Rubén, de 3 y 5 años, tras muchos días desaparecidos. Sentimos rabia. Y todo ello nos remueve. Porque hablamos de la vida. Estamos en manos de expertos y políticos, y tienen un reto enorme: tomar las decisiones en la medida justa y conseguir que estemos preparados para afrontar este tipo de fenómenos meteorológicos.

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