Solidaridad con Turquía y Siria
Las noticias y los testimonios que nos llegan desde Turquía y Siria son estremecedores: informes de miles de muertos y heridos, imágenes de ciudades enteras devastadas, edificios que se desploman en segundos y mayores y niños descalzos y a la intemperie entre el frío y la nieve.
La tragedia provocada por los dos fuertes terremotos que asolaron una zona de 330 kilómetros que se extiende entre el sureste turco y el noroeste sirio suma ya más de siete mil fallecidos y aún hay miles de desaparecidos atrapados entre los escombros de los más de 3.200 edificios derruidos.
Grupos de rescatistas, voluntarios y ciudadanos de a pie se afanan en buscar vida entre las piedras y los amasijos de hierros retorcidos, en una lucha contra el reloj y contra las bajas temperaturas. Como no podía ser de otra forma, la maquinaria de la solidaridad internacional se ha puesto en marcha de forma inmediata e incluso desde Tarragona ha partido el grupo especializado en rescate con perros K-9 para tratar de ayudar en las labores de búsqueda de supervivientes, prioritariamente, o, en su caso, de cadáveres para que sus familias los puedan llorar.
La prioridad en estos momentos es esa, el rescate de los miles de atrapados bajo toneladas de escombros, al que tiene que seguir un masivo respaldo de medios humanos y materiales para reconstruir viviendas e infraestructuras dañadas, especialmente en Siria, un país ya duramente golpeado por las consecuencias de una larga y cruenta guerra.
En este sentido, la asistencia al Gobierno de Damasco, que llega incluso de Israel, debe anteponer el carácter humanitario sin marginar al último enclave opositor.
Y la colaboración de Grecia, Suecia o Finlandia tiene que convencer a Erdogan de su desacertada estrategia de hostigamiento a sus aliados.
No es tiempo de estrategias políticas; es la hora de ayudar a unas gentes que lo han perdido todo y que necesitarán mucho apoyo para reconstruir sus casas y sus vidas.