No son sólo 156 niños y niñas sin guardería

Que 156 familias de Tarragona se hayan quedado sin Llar d’Infants para sus hijos e hijas, es un problema que va más allá de la escolarización o no de estos niños. Más aún teniendo en cuenta que la guardería no es una etapa obligatoria de la educación. Aunque sea muy buena para su desarrollo. El drama de esta cifra es que 156 familias van a tener más dificultades para llegar a final de mes, porque no podrán acceder a la gratuidad del nivel i2 decretado por la Generalitat. Que 156 padres y madres –y, reconozcámoslo, especialmente madres– van a tener que hacer encaje de bolillos para trabajar y atender a sus hijos. O que pospondrán su vuelta al mundo laboral, con las consecuencias que eso implica. También que cientos de abuelos deberán hacer de nuevo de padres, en un momento de la vida en el que se merecen disfrutar de la jubilación (los que ya no trabajan) o gozar de sus nietos con tiempo de calidad, y no como canguros ocasionales. Y, por supuesto, esto implica que muchas parejas se pensarán dos veces lo de traer a un bebé al mundo, vistas las dificultades.

Todos estos daños colaterales de la falta de acceso a la guardería son prevenibles. Sólo se necesita planificación e inversión pública. E interés por solucionar este problema. Es cierto que no resulta fácil prever la natalidad o los flujos migratorios, pero el Ayuntamiento ha hecho corto en más de 600 plazas, si atendemos a los niños nacidos en 2022 (1.044) y a las plazas ofertadas (436) en i2. Por mucho que la natalidad baje, si más del 50% de los niños se quedan sin plaza, el error de cálculo no es menor. Es cierto que no todos los padres optan por llevar a sus hijos a la Llar. Al fin y al cabo, son 156 los que se han quedado fuera, y no 600. ¿Pero cuantos padres han dejado de pedir una plaza pública por miedo a una negativa? ¿O preveyendo que no obtendrían un lugar?

No valen las excusas. Puede hacerse más. Y, si al final sobraran plazas, la ciudadanía entenderá ese gasto de más. Sin duda.

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