Municipios con distintas realidades
La brecha entre municipios ricos y pobres es un reflejo de problemas más amplios en nuestra sociedad. Mientras que algunas localidades disfrutan de un crecimiento económico próspero, infraestructuras de primer nivel, y acceso a servicios de calidad, otros enfrentan dificultades económicas persistentes, carecen de oportunidades de empleo y enfrentan un acceso limitado a servicios de salud y educación de calidad.
Esta disparidad no solo socava la igualdad de oportunidades, sino que también amenaza la cohesión social. La provincia de Tarragona no es ajena a esa disparidad: de Castellvell del Camp, población más boyante de la demarcación, a Batea, la más precaria, van 23.853 euros de renta media anual por habitante, según estadísticas de la Agencia Tributaria.
Los municipios con una mejor posición suelen estar próximos a las grandes ciudades. Castellvell del Camp y Almoster, núcleos con abundantes urbanizaciones muy cercanos a Reus, son un ejemplo. Sucede algo similar en torno a a Tarragona capital: Els Pallaresos y El Catllar son el cuarto y quinto pueblo con más renta.
El modelo productivo, evidentemente, es un factor determinante. De ahí que Vandellòs i l’Hospitalet de l’Infant, Flix y Ascó, que albergan centrales nucleares estén en la parte alta de este ranking. La Terres de l’Ebre se llevan la peor parte: los diez últimos municipios de esta lista son de allí, con Batea a la cola.
«Somos un pueblo payés y de gente mayor, las jubilaciones de la agricultura son de 800-900 euros, hay un 30% de jubilados y no todos cobran. Además, las cosechas no han ido demasiado bien», lamenta el alcalde de este municipio de la Terra Alta.
Lo cierto es que la brecha entre los que más tienen y lo que menos es cada vez más grande. En parte, por un factor de atracción: hay una huida de las localidades con las rentas más bajas debido a las menores oportunidades que generan. Y eso provoca un envejecimiento de la población y, a la larga, un problema de despoblación.