Los valores europeos consiguen la mayoría

Albert Camus decía que «el bienestar del pueblo es la excusa de los tiranos». Los ganadores de las elecciones de ayer han leído al Premio Nobel francés de origen menorquín, más de lo que muchos piensan. Porque la victoria de la extrema derecha en Francia, en Italia, en Austria y los buenos resultados en muchos otros países, empezando por Alemania, donde los herederos del nazismo han desbancado a los socialistas del segundo puesto, han basado su campaña en vender recetas para que el bienestar, la seguridad, la estabilidad, regresen a nuestro continente. Albert Camus, nutrido de los mitos y el teatro griegos, y que se sentía ‘griego de corazón’, forma parte de ese elenco de figuras que han contribuido a dibujar el rostro de nuestro continente.

Alguien originario de África y –huérfano de padre– educado en medio de la pobreza por una madre analfabeta. Tras la liberación, acepta asumir en Francia el rol de una conciencia colectiva y no lo hace desde la tradición, sino desde los márgenes: imposible no percibir la sensación de que escribe en estado de excepción, como si hubiese descubierto una dimensión de la historia en que ese estado no es la excepción, sino la regla. La excepcionalidad estaba avisada y los resultados electorales sólo la han confirmado. Pero por toda Europa, lo que antes era excepcional se va transformando en la norma. Los extremos a derecha y a izquierda consiguen buenos resultados. A pesar de ello,

Europa resiste y quien resiste, gana. Los equilibrios de la Europa progresista y conservadora, liberal y parlamentaria consiguen la mayoría. Suman una confortable mayoría en la eurocámara. Francia lo nubla todo, pero a Europa no se la ha llevado un tsunami de populismo. La barbarie se encuentra siempre a la vuelta de la esquina, sí, pero a lo largo de la historia se ha ido sedimentando contra ella una especie de remanente positivo cada vez más insoslayable. Y es esta fuerza positiva y humanista la que siempre gana.

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