La revolución populista ha llegado para quedarse

Como Freddy Kruger en Pesadilla en Elm Street, Donald Trump también ha vuelto. No solo en sueños, Trump regresa en plena majestad de unos resultados inapelables. El análisis que abre el Diari de hoy da las claves para comprenderlo. Pero podemos resumirlo así: a Kamala Harris solo la han votado los suyos, a Donald Trump lo han votado todos los demás. Ha roto todas las barreras y aprioris: lo han votado negros, mujeres, minorías, latinos, Sillicon Valley e incluso le ha pegado una mordida considerable a los demócratas en Nueva York. La victoria de Trump estaba en el aire, se respiraba... Pero como que la esperanza es lo último que se pierde, nos hemos negado hasta el último suspiro a aceptarla. La revolución populista es una realidad: ha llegado para quedarse. En América y en Europa, así como en el resto del mundo. Al final, Donald Trump no es la aberración histórica que su elección en el 2018 pudo suponer, sino una fuerza transformativa que va a ser decisiva en la definición de los EE.UU. del siglo XXI.

Donald Trump no es una anomalía, ni podemos definirlo como una fase de locura transitoria que nos permitimos como humanidad. En la base de esta victoria indiscutible hay un sentimiento: la desilusión. Es imposible convencer a nadie que no tenga la más mínima opción de cambiar su vida para mejor. No nos engañemos. Si no hay un umbral de mejora, ni los valores, ni la libertad, ni el respeto a las minorías ni los derechos de las mujeres, tienen la fuerza suficiente para convencer a nadie. Porque sin ilusión, no hay política. Es el terreno abonado del populismo. En el siglo XX, la devastación tras las grandes guerras fueron motivo de cohesión y concierto. Pero en el siglo XXI, el siglo del fai da te, del individualismo más devastador, es muy difícil construir proyectos comunes que ilusionen a una gran mayoría. La defensa del medio ambiente debería ser uno de ellos, pero ha quedado en manos de fanáticos por un lado o de aprovechados por otro. Mientras que el feminismo corre el riesgo de ser el refugio de una minoría. Que Donald Trump regrese con tanta fuerza debería interpelarnos a todos. Pero sobretodo, debería prepararnos para aceptar una realidad y –quien lo considere– trabajar para cambiarla. Nos esperan cuatro años muy complejos.

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