La lacra de la violencia machista que no cesa

En apenas una semana Catalunya ha sido escenario de dos casos de violencia machista en que los asesinos han recurrido a la violencia vicaria. Si hace unos días fue un hombre el que mató a puñaladas a su hijo de 5 años e hirió de gravedad a la madre del pequeño en Girona, ayer fue un hombre de El Prat el que asesinó a sus dos hijos de 8 años y a su mujer antes de suicidarse. Con estas últimas muertes, los niños asesinados por sus padres ascienden en lo que llevamos de año a siete en todo el Estado, cinco de ellos en Catalunya, mientras que la cifra de mujeres asesinadas se eleva a nueve, cinco de ellas en Catalunya.

Estos datos ilustran la enorme dificultad de prevenir la violencia machista y su derivada vicaria, esa que busca matar a la mujer en vida atentando contra lo más querido, los hijos. Nunca está de más insistir en que el único culpable de un asesinato es quien lo perpetra, pero cortar esta cadena de muertes es un mayúsculo desafío y una responsabilidad que nos incumbe e interpela a todos. Incluida la Administración, que ha de mejorar sus mecanismos preventivos de respuesta y destinar los recursos que sean precisos no solo para proteger a las víctimas, sino para generar la confianza necesaria entre las que, atenazadas por el miedo o atrapadas en muy complicadas circunstancias, no se atreven a pedir ayuda.

Es pertinente estudiar en detalle cada uno de los casos a fin de explorar medidas que permitan optimizar la respuesta a esta lacra social. Es verdad que no existen varitas mágicas para eliminarla de un plumazo, lo que en modo alguno significa que haya que resignarse a ella como si fuera inevitable. Las instituciones tienen en su mano mejorar los mecanismos destinados a proteger a las víctimas. Eso pasa por acciones en el ámbito de la Justicia y policiales, así como por una colaboración más estrecha entre las administraciones y por la detección precoz de los malos tratos a través de la sanidad y los servicios sociales. Luchar contra la violencia machista es cosa de todos, y las instituciones deben liderar a la sociedad en el esfuerzo por eliminarla.

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