La inmigración, una oportunidad
Por primera vez, la provincia de Tarragona supera los 828.000 habitantes. Son 7.400 más que hace un año. La base de este crecimiento hay que buscarla en el flujo migratorio, pues, como ocurre desde hace ya unos años, el crecimiento de la población solo se sustenta en la llegada de extranjeros ante la incapacidad de los distintos gobiernos de implementar medidas de igualdad, conciliación e impulso a la maternidad que mejore la tasa de natalidad. Una tasa muy baja que explica que en España ya solo haya dos millones de niños menores de 5 años. De esta forma, en plena tormenta demográfica, con el inicio de un declive de la población y un envejecimiento imparable, la inmigración aparece como la clave para que el llamado invierno demográfico sea menos duro. Y es que el temor a una caída de la población ha ganado protagonismo en los últimos años por el peligro que supone para la viabilidad del sistema de pensiones y del Estado de bienestar.
Uno de los grandes problemas que empieza a tener la economía –y la sociedad– española es que cada vez hay más ciudadanos en edad de jubilarse y menos nacimientos. La migración no solo forma parte de la condición humana en su permanente búsqueda de la dignidad. Conforma además un flujo constante de oportunidades para el desarrollo de la economía y la mejora de las condiciones de vida en todos los países del mundo. Y así debe ser vista. No solo porque haya 100.000 puestos de trabajo pendientes de ocupar con aspirantes dispuestos, ni porque el 78% de la población extranjera está en edad de trabajar. Sino, sobre todo, por la creciente evolución vegetativa de la población. El desafío está en insertar esta necesidad de forma ordenada y positiva en un contexto de especial excitación partidista también a cuenta de la migración, señalada como amenaza por el populismo de derechas y tratada más desde el ideologismo que con soluciones por parte de las izquierdas.