La indiferencia dolosa con las mujeres afganas

Los derechos humanos de las mujeres y las niñas en Afganistán están bajo constante y cruel asedio por el gobierno de hecho de los talibanes. En semanas recientes, sin embargo, las restricciones han tomado proporciones insólitas: la Ley para la Propagación de la Virtud y la Prevención del Vicio –la ley de moralidad– prohíbe a las mujeres hablar en público por considerar que la voz femenina solo debe expresarse en un entorno íntimo. Incluso les impide cantar públicamente. Tristemente, es real. Esa ley es un componente más de un modelo de sociedad basado la deshumanización progresiva de las mujeres y las niñas. El gobierno de los talibanes ya había intentado borrar y silenciar a las mujeres en los espacios públicos. Ahora presenciamos un silenciamiento literal, no sólo metafórico. Afganistán es una prueba para la comunidad internacional, sus valores fundacionales y sus líneas rojas: la reacción a esta realidad indicará el camino frente a actos de opresión de género en otras partes del mundo.

Evocando a Martin Luther King, “recordaremos no las palabras de nuestros enemigos, sino los silencios de nuestros amigos”. Resulta notable y conmovedor ser testigos de la respuesta de las mujeres afganas que, cubiertas completamente de cuerpo y cara, se han grabado cantando en vídeos que han difundido en redes sociales, desafiando al régimen de dominación. La lucha por la igualdad y justicia de género ha sido apoyada por distintas figuras públicas, entre ellas Malala Yousafzai, premio Nobel de la Paz 2014, ella misma superviviente de un disparo en la cabeza a los 14 años por parte de fundamentalistas talibanes a raíz de su defensa del derecho a la educación de las niñas. La realidad de las mujeres afganas puede caracterizarse como persecución de género, un crimen contra la humanidad perseguible por la Corte Penal Internacional. La discriminación, segregación y subyugación institucionalizada y sistemática que viven reviste la condición de apartheid de género y debe reconocerse así explícitamente por el derecho internacional. Meryl Streep denunció hace poco que una ardilla tiene más derechos que una niña en Afganistán. Lo estamos permitiendo todos. Como nadie parece tener interés real en hacer algo, los talibanes continúan con su locura «legal» contra las mujeres. Insoportable.

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