La farmacia no debe caer en manos del marketing
La investigación farmacológica de las últimas décadas ha contribuido enormemente a mejorar nuestras vidas. Sin embargo, también nos expone a una sobremedicalización, es decir, al uso innecesario o excesivo de medicamentos e intervenciones médicas con un beneficio poco claro. Es un fenómeno creciente en las sociedades modernas que puede reconocerse en todas las etapas vitales: desde el embarazo y el parto hasta la vejez. Tiene consecuencias no deseadas y representa, por tanto, un reto importante para nuestra sociedad. La sobremedicalización es el resultado de diferentes intereses comerciales y deficiencias del sistema.
En ocasiones, la industria farmacéutica convierte a profesionales de la salud y pacientes en la diana de agresivas campañas de marketing que promocionan terapias para aliviar síntomas comunes y prevenir o tratar procesos que aparecen o empeoran de forma natural en situaciones de la vida cotidiana. Es el caso de la astenia primaveral, el síndrome postvacacional, trastornos del sueño y cambios ligados a la edad como la calvicie, la pérdida de masa ósea, la disfunción sexual o el déficit de síntesis de vitamina D. El sobrediagnóstico tiene consecuencias negativas sobre la salud pública, la economía y el medioambiente. Desde una perspectiva de salud pública, el diseño de políticas multisectoriales que mejoren las condiciones de vida de la población reduciría, en gran medida, los problemas que están detrás de las situaciones que conducen a la sobremedicalización. Además, el aumento de apoyo psicosocial a determinados grupos y el fomento de una educación para la salud por parte de profesionales sanitarios, medios de comunicación e instituciones permitirían dotar a la población de herramientas no farmacológicas para prevenir las principales enfermedades crónicas. Finalmente, es clave asegurar la independencia de las agencias reguladoras de medicamentos, así como controlar la publicidad y el marketing agresivo de terapias dirigidos a pacientes y profesionales. Resulta fundamental fomentar una medicina racional y centrada en las verdaderas necesidades del paciente. Los pacientes de mayor edad así como los más jóvenes son los más vulnerables. La farmacia es una ciencia humana, no sólo la excusa para ganar millones de euros.