La arrogancia al poder: Macron nombra a Barnier

Michel Barnier, alto, altísimo, impecable, elegante, distante, acento exacerbadamente perfecto con un ligero toque saboyardo. Poco conocido en Francia, se convierte en primer ministro a los 73 años en un contexto de crisis política, tras las elecciones legislativas del 30 de junio y 7 de julio. Su experiencia en política será crucial para manejar una Asamblea Nacional dividida en tres bloques. Aunque, según sus allegados, «Michel no percibe el deterioro del debate público en Francia, lo cual será un choque». Barnier, como otros enarcas de la vieja escuela, tiene poco interés por la calle, por la realidad. Se encuentra mucho más cómodo en los cenáculos del poder.

Barnier tiene un extenso recorrido político: fue el consejero general más joven de Francia a los 22 años en 1973; el diputado más joven en 1978; cuatro veces ministro (Medio Ambiente en 1993, Asuntos Europeos en 1995, Exteriores en 2004, Agricultura en 2007); dos veces comisario europeo y negociador del Brexit. También organizó los Juegos Olímpicos de Albertville en 1992. Reconocido como un «buen negociador», Barnier deberá tranquilizar a Bruselas, ya que Francia está bajo un procedimiento por déficit público excesivo desde junio. Su papel como negociador del Brexit fue aplaudido por su capacidad para lograr consensos. Incluso Viktor Orban, el polémico primer ministro húngaro, lo elogió por su inclusión y cercanía. Dentro de su partido, Les Républicains (LR), ha sido criticado como un «macronista decepcionado». Aunque cercano a Macron en temas como economía y Europa, ha criticado la forma en que Macron dirige el país, calificando su presidencia de «vertical, arrogante y solitaria». La relación entre ambos ha sido tensa, especialmente después de que Macron no apoyara a Michel Barnier en su candidatura para presidir la Comisión Europea en 2019. Es un choque de trenes previsible. La arrogancia en el poder es el peor pecado de Francia. Y Macron y Barnier son los arrogantes por excelencia.

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